Un asunto absolutamente atinente a intereses económicos, laborales, fiscales y ambientales, cruciales en el ámbito regional, propició posturas abiertamente antagónicas de la multinacional suiza Glencore con respecto a sus respectivas inversiones en las minas de carbón del Cesar y de La Guajira. Prácticas extrañamente contradictorias que merecen comentarios.
Inicialmente, para describir la primera de las dos caras de la moneda, realizamos superficial evaluación de las supuestas razones alegadas en la solicitud de su filial en el Cesar –Prodeco– en febrero del año 2021 de abandonar operaciones carboníferas en las minas Calenturitas, y La Jagua. Prodeco invoca dificultades “para operar debido a la crisis económica”, lo cual dejaría cesantes a millares de trabajadores. Pesquisas realizadas por el suscrito establecen paralelos en factores económicos, laborales, calidad del mineral, precio a boca de mina, distancias similares a mercados a los que acceden, amén de otros elementos comunes a los operadores de los proyectos de los dos departamentos, todo lo anterior conlleva a descartar sustanciales argumentos diferenciales en ambos territorios.
La crisis derivada de la pandemia como argumento esencial, socorrido por Prodeco, es inválido en la medida que las dificultades sanitarias constituyen fenómeno universal. Aflige por igual a todas las empresas. Mal puede usarse como pretexto medular.
Argumentos adicionales esgrimidos por Prodeco apelan a factores internos asociados a falta de estabilidad jurídica y al licenciamiento ambiental y/o factores de orden público que se traducen en altas cargas sociales y ambientales. Cuestionables, ya que los conflictos ambientales y las disputas laborales tampoco insinúan certezas de la empresa en estas causas.
Esa tesis ostenta más verosimilitud, habida cuenta de que Glencore optó por adquirir el 67% de la participación de sus socias en Cerrejón, lo que desnuda la otra cara de la moneda.
Glencore por razones indirectamente relacionadas con la extracción y como resultado de esa “jugada maestra” en la que decidió adquirir el 100% de su participación en el Cerrejón, se está frotando las manos. Al contrario de sus pretéritas socias BHP y Anglo American, que eligieron gestionar el agotamiento de sus minas de carbón. La compra del 67% a sus antiguos socios por la suma de US $588 millones de dólares; por obra y gracia de la coyuntura del mercado de combustibles fósiles, le generará a Glencore una bonificación de cientos de millones de dólares antes de que culmine el trato (2022).