Hoy homenaje a un juntero: Perseverante, incansable, luchador, operador de equipos mineros: José Jaime Daza Hinojosa, ahh… y a la edad de 55 años logra hacer realidad su sueño de toda la vida: convertirse en profesional, se graduó de Abogado.
Desde muy niño añoraba ser alguien en la vida, ir a la universidad y convertirme en un gran profesional; me gustaban dos profesiones la de Comunicador Social (Periodista) o la de Derecho, ser abogado me entusiasmaba y como me lo han dicho varios familiares y amigos solo me faltaba el diploma, pues desde temprana edad defendía mis posiciones y aplicaba la porfía y las discusiones sanas para defender mis postulados.
Cuando terminé mi bachillerato en el año de 1984 en el Colegio El Carmelo de San Juan del Cesar me encontraba a la expectativa de qué iba hacer con mi vida, pues los medios económicos de mis padres no eran los suficientes para mandarme a estudiar, más aún cuando en Riohacha o en Valledupar, más cercanas a mi lugar de residencia, no existían las facultades que me gustaban; es por ello que aprovechando la visita que hicieron mis tíos Pedro Ángel Daza Mendoza y Berenice Flores García junto a mis padres les expuse mis anhelos de convertirme en una persona útil a la sociedad; como siempre ha sido mi tío generoso y solidario me ofreció alojamiento en su casa en Valledupar y que podía trabajar en su colegio haciendo diferentes actividades antes de iniciar las labores académicas como pinturas a tableros, a pupitres, etc. y fue más allá, cuando se iniciaron las clases me dijo que podría atender uno de los quioscos que existían en el colegio y que hacían las veces de cooperativas escolares, comentaba “mientras te ayudamos a conseguir algo mejor o inicias tus estudios universitarios ahí tienes chamba”.
Así sucedió, trabajé junto a mi primo hermano Marco Tulio en los inicios del gran Gimnasio del Norte y me sentí contento pues en mi querido terruño no existían fuentes de trabajo ni opciones mejores para salir adelante en la vida
Mi querida hermana María Elena que trabajaba en el colegio Hugues Manuel Lacouture de La Junta, mi tierra, casualmente iba para Riohacha a llevar un informe pues se desempeñaba como pagadora en dicho colegio y me invita a que la acompañé junto a su esposo Álvaro Araujo, quien la iba a llevar en su vehículo, me entusiasmé pues solo había ido una vez en mi vida a Riohacha cuando terminé mis estudios de primaria a una excursión con mis compañeros y mi profesor Próspero Daza; ese viaje representó el cambio de mi vida pues cuando pasábamos por el municipio de Barrancas, observamos que había una fila enorme de jóvenes, le comenté a mi cuñado Varo: “detente un momento para preguntar qué están ofreciendo ahí, debe ser algo bueno pues hay mucha gente”; un muchacho al que interrogué me dice: “acá están entregando los formularios para solicitar empleo en las minas del Cerrejón, si tienes la cédula ven y pide el tuyo, no exigen más nada”.
Mi hermana y su esposo al comentarles que me gustaría solicitar uno me dijeron enseguida: “claro Jose, entra a la fila que nosotros te esperamos” y así fue, a los 10 minutos ya contaba con aquel anhela do formulario, en Riohacha el tiempo que pensaba utilizar bañándome en el mar, mientras mi hermana realizaba sus diligencias en la Gobernación lo dediqué a llenar dicha solicitud, cargaba una foto tamaño cédula en mi billetera, la pegué y de regreso nuevamente encontré la fila en Barrancas pero en esta oportunidad no para solicitarlo si no para ingresar el bendito formulario que partió en dos mi vida; antes y después de Cerrejón.
Eso fue en el año de 1985, llegué a La Junta feliz contándole a mis queridos padres que había logrado solicitar y entregar el mismo día un formulario para solicitar trabajo en la empresa más grande de La Guajira en la que todos los jóvenes de la época añoraban trabajar, ellos se pusieron dichosos y compartieron mi alegría; “estoy segura que tú vas a trabajar en Intercor (así se llamaba la empresa que explotaba el carbón del Cerrejón), voy a orar por ello” me dijo mi madre y se cumplió.
Pues bien, los momentos de afujías económicas se superaron y gracias a Dios permanecí 35 años en esta gran empresa de explotación carbonífera; fui operador de camión, de tractor de llantas, de tanquero, de traíllas, operador de una base de comunicaciones por 3 años (Base 11), supervisor encargado y culminé mi etapa operando una motoniveladora. En próxima oportunidad podría escribir una o varias crónicas sobre mi paso por Cerrejón o mejor un libro porque anécdotas y experiencias si tengo por montones a lo largo de esos 35 fructíferos años.
Pues bien, 5 años antes de salir de Carbones del Cerrejón recordé que tenía una deuda conmigo mismo, un sueño que no había hecho realidad. En una ocasión casi renuncio para irme a estudiar, pero un consejo oportuno de mi primo Jaime Araujo Cuello en unas vacaciones que lo visité en la capital del país donde reside me hizo desistir de dicha intención en aquel momento. Me di cuenta que muchos compañeros se habían hecho profesionales aun trabajando y tomé la gran decisión de hacerlo pues si otros habían podido trabajar y estudiar al tiempo yo también seguro que sería capaz.
Encabecé a un grupo de trabajadores de Cerrejón y Drummond y realizamos la solicitud a mi gran Universidad del Areandina sede Valledupar para que nos cuadraran un horario especial los fines de semana algo que parecía imposible, pero luego de reuniones con directivos de esta alma mater nos aprobaron la solicitud e iniciamos nuestros estudios universitarios en febrero del año 2015; este 28 de enero del año 2022 después de muchos desvelos, trasnochos y obstáculos de toda índole recibo mi diploma como abogado, profesional en Derecho es por esto que digo a boca llena que: “LOS SUEÑOS SÍ SE CUMPLEN” ya gracias a Dios, a mi familia, a mi empresa, a mi cooperativa y a mis compañeros de lucha hice realidad MI SUEÑO, por tal motivo estoy feliz, feliz muy feliz.