Josefina Pastora Mora de Romero, una vida de amor, familia y civismo sembrados en obras sociales y el corazón por Maicao.
Mientras exista una Cruz Roja se recordará por siempre a Josefina Pastora Mora de Romero. Una dama morena de mirada fuerte, con una personalidad arrolladora, carácter decidido y un alma de pan dispuesta a amar y servir. Esos fueron sus preceptos que se reflejaron en la composición de su hogar al lado de su eterno, maravilloso y fiel amor, Sixto Romero.
Una mujer que sólo con su mirada se ganaba la atención y con su charla envolvía a su interlocutor; que inmediatamente interpretaba el deseo profundo de civismo en su pensar y actuar; que se reflejó en el amor, la lucha incansable por su Maicao.
Conocí a Pastora Mora de Romero en las postrimerías del año 1989; y luego de presentarnos Orlando Páez, de sus periodistas amigos y a su disposición para su servicio social, me dijo con ese chorro de voz autoritario, pero dulce al mismo tiempo: “Cuánto gusto conocerte Mavis Granadillo, bienvenida al barco de la solidaridad, el civismo y amor por Maicao”.
En su memorándum tenía una lista de amigos apreciados pero comprometidos con su luz que era servir, aliviar al prójimo y avanzar en el desarrollo social de su querido Maicao. Y los periodistas hacían parte de esa agenda; como no traer a colación a Jaime Rengifo junior, Roberto Pineda, Carlos Serrano Cotes, Armando Correa Saavedra, Heberto Soto, Jorge Ochoa, ‘El Viejo’ Campanela, como por cariño y aprecio le llamaba a quien sus logros los cantaba en su programa de radio.
En esa época evocó a los amigos que rodeaban a la emprendedora e inquieta mujer que cumplió su sueño, que Maicao tuviese Cruz Roja.
Recuerdo amistades como: ‘La Nena’ Fernández, Clarita Bernier, Maritza Brito, Aurora de Redondo; Marina Durán, Clara Inés Cujía, Isaura Soto, Alba de Fernández, Soraida Toncel, Rita y Fanny Moscote, Bernardino Mejía Menases, Jorge Maichel, Lino Iguarán, Ismael Henríquez, Cristian Maichel, Óscar Gómez Brito, Andrés Fernández, Manuel Palacio Tiller, Norberto y Hernando Iguarán, Domingo Ocando, ‘El Cachaco’ Gómez, entre muchos otro fallecidos y en su santa gloria algunos.
Obras son amores y recordar es vivir; cómo olvidar que la Cruz Roja en Maicao comenzó sus servicios en un local 2×2 en donde solo se presaba atención en medicina general y curaciones. ‘Pasto’ (como ya la confianza lo permitía); en su gestión la llevó a un edificio de tres pisos y contaba con dos quirófanos, hospitalización, aulas para capacitación de socorristas, una cancha multifuncional, laboratorio, odontología, ginecología, farmacia, ambulancias. En Maicao llegó una época que se decía: “Prefiero morir en la Cruz de ‘Pasto’, que practiquen comienzo en otro lugar”.
Luego, entonces; hay que decir: la Cruz Roja de Maicao con Pastora y la Cruz Roja que quedó después de Pastora Mora de Romero; cuando con el trascurrir de los años no queda otra que ceder el paso.
Por ello, el día de su despedida no nos extrañó encontrar regado alrededor de su emblemática residencia, un miembro portando los uniformes y un carro de ambulancia que identifican a la Cruz Roja Colombiana. Como tampoco sorprendieron las sirenas que se escuchaban tristes para acompañar su cuerpo a la iglesia y luego a su última morada: “Claro que no. Estaban despidiendo a la fundadora, a la impulsadora, a la matrona del amor, el civismo de la Cruz Roja Colombiana, a la querida Pastora”, en medio de globos blancos y rojos que surcaban el espacio para elevarse.
Sí; las sirenas de ese gran desfile de ambulancias despedían a la cívica, a la ciudadana ejemplar, a la mujer comprometida y enamorada de su Maicao; de igual manera le daban un adiós a la novia, esposa y amiga de Sixto Romero, con quien formó una larga familia.
De ese gran amor nacieron: José Cayetano, Jairo, Boris, Rubiela (‘Bonny’), Soraya, Sixto y Giovanny. Esa familia fue el producto de un gran, sano y cultivado amor que como cosas del destino se fueron el mismo día una década después de la partida, primero de Sixto. Un amor que fue un complemento maravilloso del hogar que se amplió con la llegada de yernos, nueras y nietos y sumaba para el prójimo.
“Josefina Pastora Mora de Romero, primero darle gracias a Dios por ti, por permitirnos hacer parte de tu vida cuchi y de todos los años en los que nos permitió conocerte, darte amor, reírnos mutuamente, por permitirnos cuidarte hasta el último segundo y consentir y apoyar cada una de tus peticiones. Gracias, gracias a ti por ser ese ser de luz que llegó al mundo con muchos propósitos, pero el más grande de ellos, aparte de amar, fue servir y luchar por tu pueblo maicero y por cualquier ser humano que necesitara de ti.
Cuando un ser amado se va de nuestras vidas, no queda más que recordar los bonitos momentos que vivimos contigo porque sí, nadie es eterno en el mundo, pero tu mi ‘Pasto’, sí lo eres y por siempre lo serás en nuestros corazones.
Abuela, Cuchi, Cuchicu, Tori, Toririri, Pastoririta, Pastorita mía y todos estos apodos llenos de amor que creamos para ti, fueron las palabras amorosas de su nieta para despedirla en nombre de todos sus nietos y Javier Figueroa; su yerno, quebrado por el dolor y las nostalgias expresó en el atrio de la iglesia su profundo amor y respeto por una Pastora al principio y Pastorita cuando más que su suegra fue una mamá. Javier representaba la voz de todos los miembros de la gran familia que construyó ésta mujer virtuosa.
Josefina Pastora Mora de Romero, un nombre enmarcado en la memoria cívica y social de los maicaeros. Descansa en paz ‘varona’ de Dios. Salúdame a Sixto y gracias por tu legado por siempre.
