De ninguna manera reconocemos en Putin un gobernante con credenciales democráticas, se ha caracterizado por su versión autocrática, prácticamente ha asumido el control de todos los poderes en Rusia. Ha limitado las opciones de la oposición, manipulado elecciones, encarcelado antagonistas, obligado al exilio a muchos contradictores que, o representan un peligro para su mandato o cuestionan los métodos antidemocráticos. Pero el objetivo central de este artículo rebasa los calificativos al sátrapa ruso.
Nos interesa mucho más la evaluación de las razones significativas que lo llevaron a optar por invadir Ucrania, que dicho sea de paso, plantea una amenaza a la paz mundial y un sacudón en la economía orbital, ya que impacta los principales índices bursátiles, modifica el mercado de futuros, altera el mercado de combustibles fósiles, en particular de gas, petróleo y carbón, y hasta eventualmente tendría un formidable efecto en la industria militar estadounidense- lo que dinamizaría coyunturalmente a la alicaída economía norteamericana-, las guerras tienen ese don en dicho país. Por eso a los gringos les encantan los conflictos bélicos.
Para muchos la explicación de la decisión guerrerista obedece al temperamento dictatorial de Vladimir Putin. No sobra decir que en nuestro país a nombre de la democracia se incurre en excesos y atrocidades peores. Esas consideraciones de las características individuales y personales de Putin para justificar su decisión son insuficientes y esquemáticas.
La cuestión es mucha más profunda y abarca factores históricos, como: la insatisfacción de los rusos con los resultados de la disolución de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ante la nueva repartición emergida de esa disolución; el poderío anterior provoca nostalgias en el Kremlin. Putin estaría intentando restaurar parte de la reputación perdida, otro elemento es el predominio político en Ucrania de fuerzas fascistas, ultraderechistas y neonazis que plantean un peligro a la nación rusa, que se suma a la probabilidad y eventualidad, alentadas por Estados Unidos e Inglaterra del ingreso de Ucrania al Pacto de Varsovia o la Otán, lo cual implicaría la instalación de bases militares, y misiles apuntando a Rusia desde un país cercano. Finalmente y obviamente, los obstáculos que le ha planteado a Rusia la posición ucraniana para el suministro de gas a Europa, particularmente a Alemania, cuya demanda del fósil ruso representa el 55% de su capacidad de generación de energía. En este punto vale la pena destacar, como esa conflagración en apariencia lejana, beneficiaría las finanzas nacionales y territoriales de Colombia al incidir en el incremento de la demanda y consecuentemente en el precio mundial del carbón.