Es sorprendente el pobre manejo político que le dieron al partido Colombia Justa Libre ‘CJL’. Un clamor que se convirtió en opción, por el trabajo de los líderes de las regiones y la fe que muchos hombres y mujeres de Dios colocaron en las banderas de una unidad cristiana.
Pero el ingenuo manejo de los centralizados líderes, la inexperiencia, el egoísmo, las ambiciones personales y la falta de propuestas coherentes, hirieron de muerte, la esperanza política de los cristianos de esta generación en el país.
Hoy la nación nos mira con desdén y hasta con burla, gracias a tantos errores cometidos. El inusitado protagonismo nefasto de sus líderes junto a la arrogancia asumida por los elegidos, direccionó al abismo lo que muchos vislumbramos como una alternativa para los grandes problemas del país.
El desastre en las elecciones pasadas, las aspiraciones presidenciales sin ninguna fuerza y el deterioro de la imagen del partido, nos hace ver cómo oportunistas que buscan satisfacciones personales.
Cuando comenzamos este periplo, teníamos la esperanza de poder construir entre todas las fuerzas cristianas del país, un itinerario consensuado para proteger a las familias y ser gestores de desarrollo y la unidad.
Hoy el panorama es desalentador y gris. Tendremos que comenzar de cero, pero arrancar desde el inicio es más pesado por causa de la incredulidad generada por el ejercicio fallido.
Pastores, ministros, hijos de Dios y hermanos, el país requiere con urgencia que el remanente cristiano se convierta en el bastión que nos defienda del continuo ataque contra las familias. Pero esto, lo podremos lograr si somos capaces de deponer las aspiraciones personales, el egoísmo, el protagonismo y la sed de poder.
Solo si colocamos el Propósito de Dios como bandera y nos unimos en torno al clamor colectivo de las familias, podremos retomar el espacio perdido y avanzar hacia la consolidación de una fuerza política cristiana. Estoy siempre atento, siempre dispuesto.