El mal menor es algo a lo que regularmente el elector en Colombia suele enfrentarse cada cuatro años. Llámese elecciones para alcaldía, gobernación o presidencia, siempre nos toca elegir a quien creemos es menos nocivo para administrar el recurso público.
El día de hoy, los colombianos nos encontramos en un momento crucial, el próximo 19 de junio vamos a elegir a nuestro próximo presidente. La decisión que debemos tomar es demasiado trascendental para nuestras vidas, pues estamos en un momento crítico en materia social y económica y que recientemente acabamos de sobrevivir a una pandemia que ocasionó situaciones que jamás nunca desearíamos volvieran a ocurrir. Particularmente creo que por eso esa decisión conlleva mucha más trascendencia.
De momento existen dos candidatos: Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, de ellos saldrá el presidente que nos gobernará los próximos cuatro años y tomará decisiones en materia económica, política, social etc.
Nuestro país a lo largo de su historia se ha caracterizado por ser de dos corrientes ideológicas: izquierda y derecha; también por ser gobernado bajo el dominio de una clase política tradicional proveniente de la derecha y centro izquierda que se turnan el poder entre familias, prometiéndole al ciudadano en cada temporada electoral cambios y mejoras en los sectores sociales y han pasado ya muchas décadas en las cuales el ciudadano cansado de escuchar lo mismo empezó a entender cuál era el juego en el que lo involucraban, el resultado fue lo que vimos el pasado domingo 29 de mayo.
El colapso del dominio de la clase política tradicional, de los ex-presidentes, de la maquinaria, de la relevancia del dinero en el tema electoral. Estos factores que por muchos años atrás fueron trascendentales para los colombianos, ya no lo son. Existe un repudio generalizado que contrarresta la necesidad de un cambio verdadero que nos muestre a todos de forma tangible un avance en materia social y económica. Del pasado 29 de mayo para nosotros los colombianos mostró una conclusión sencilla; teníamos que elegir al que menos nos oliera a política tradicional, al menos corrupto, al que más nos representara libertad y orden, respeto por la democracia, al que menos nos despierto incertidumbre e inseguridades, ese, al que más se nos parezca al mal menor es quién ganará las próximas elecciones.
Tal vez por todas esas razones, fue tan rápido que el candidato Rodolfo Hernández ha subido en las encuestas, los colombianos sí quieren un cambio, pero no uno que les ofrezca incertidumbre o miedo, todo lo contrario, un cambio lleno de coherencias, que sea aplicativo al respeto por las instituciones y el estado de derecho, por la democracia y nuestro sistema político proveniente de la constitución.
Hace algunos días conversando con un amigo en Riohacha, el cual me decía que sentía temor si se concretaba la llegada de la izquierda liderada por Gustavo Petro al poder, pues él cree que si se llegará a dar tal situación, esa corriente política utilizaría cualquier medio para no dejar el mando en presidencia, » yo quiero un presidente solo por cuatro años».
También unas de las razones podría ser que la mayoría del elector es apático a la polarización, a los discursos violentos y sectarios que conviden a las divisiones entre los colombianos, la saturación de tanto conflicto armado ha dado evolución al pensamiento colectivo nacional, la gente no quiere saber nada de violencia, de corrupción, de odio, resentimiento o rencor y sobre todo de política tradicional, quiere un ambiente tranquilo, sin movimientos bruscos.
En otra ocasión hace dos semanas antes de las elecciones del 29 de mayo, estuve conversando con un comerciante importante del municipio de Uribia, él manifestaba que sí quería un cambio, pero con Petro no porque temía perder todo lo que él había conseguido con su arduo trabajo, decía que ese candidato le generaba incertidumbre y desconfianza. Analizando todos esos encuentros ya pasada la primera vuelta he llegado a la conclusión que los colombianos están apostándole a elegir un presidente que les represente un mal menor, de ahí el título de este artículo.