Y finalmente las campañas políticas para las elecciones del 19 de junio, terminaron direccionando el voto popular mediante el manejo de las redes sociales, estrategias que fueron implementadas por los equipos digitales de los aspirantes, como nuevo modelo político con capacidades diferenciadoras que buscan contrarrestar la votación al contrario y aumentar adeptos en las maquinarias virtuales.
Estos desarrolladores digitales que hacen parte de la nueva forma moderna de vender a un candidato o de destruir el trabajo político del contrincante, rayan en la forma honesta o deshonesta de orientar al futuro elector que está más pendiente de la creatividad de los memes digitales, que de los programas de gobierno.
¿Es legítimo un gobierno cuando en campaña utiliza ilegalmente las herramientas digitales bajo la mentira y engaño a sus electores? No somos los llamados para dar ese tipo de respuesta, pero sí podemos opinar que los estamentos judiciales del país están en mora de pronunciarse bajo el espectro de la ley que señala que ningún partido o grupo político podrá derivar ventaja sobre los demás y las autoridades deberán garantizar el derecho que tiene cada ciudadano de votar libremente sin que sea interrumpida o desvirtuada su intención de voto.
Las nuevas tecnologías al interior de las campañas han hecho posible cambiar el concepto benigno y sano de hacer política en Colombia, cambio en el cual ha predominado el comportamiento maligno, dañino o perjudicial en contra de su rival, en donde no se combate con inteligencia o propuestas, sino que se ataca mediante redes sociales las debilidades y fortalezas que tiene el contrario.
Históricamente en Colombia las maquinarias han cambiado la libertad de conciencia y esa actuación deshonesta de muchos candidatos, ha venido atentando en contra del derecho que tiene cada ciudadano de votar libremente por el candidato que esté acorde a sus principios e ideologías sin revelar sus preferencias, pero en la medida en que el mundo de las tecnologías avanza, las maquinarias políticas del país van actualizando su software, es decir, desde la época de las papeletas, pasando en la actualidad por los tarjetones, las maquinarias políticas no han podido ser controladas por las autoridades, muchos menos por quienes las critican, ya que son sus críticos quienes al final la ponen en práctica