Después de cuatro largos años, el ministro del Trabajo, Ángel Custodio Cabrera Báez, también llegó a tierras guajiras a despedirse del gobierno y de su importante cargo.
Lástima que sólo sea para despedirse de una tierra con un desempleo de dos dígitos y en donde el trabajo formal y digno, se convierte cada día más en una utopía y los emprendimientos mueren asfixiados por los costos de la energía eléctrica, de los arriendos, de la materia prima y del pago de las nóminas.
El ‘Ángel de la Guarda’ de los trabajadores –Ángel Custodio– vino, vio, venció y firmó un pacto de cero tolerancias con el trabajo infantil. Y después de la firma se fue. Sabrá Dios en qué gaveta del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar habrá quedado el bendito convenio, a pocos días de iniciarse un nuevo gobierno liderado por el presidente Gustavo Petro y cuyos efectos se sentirán a nivel nacional, departamental, distrital y municipal.
Hay acciones gubernamentales ante las cuales la comunidad, en este caso la comunidad guajira, no sabe si reír o llorar. El Ángel Custodio del trabajo de los colombianos afirmó categóricamente que es necesario “visibilizar los casos de trabajo infantil en La Guajira”. Eso es de ¡no te lo puedo creer!
Hay tanto funcionario ciego por las calles de Riohacha, en especial en el sector turístico, en donde pululan niñas y niños de ascendencia wayuú, de pocos añitos de edad vendiendo cositas, manillas, llaveritos y cuando no les compran ya han aprendido a pedir sin ningún tipo de vergüenza. Son niños y no se explican el por qué hay tanta gente comiendo bien en los restaurantes y ellos tienen hambre.
Los niños trabajadores nos rayan los ojos todos los días. En el mercado nuevo pululan por todos lados. Allí están. No hay que visibilizarlos. Ahí están. Nosotros somos los que miramos para otro lado. Y, con todo respeto, señor ministro. Ellos no necesitan más leyes ni más convenios, sólo necesitan sentido común y un poco de corazón para hacer de ellos en el mañana, hombres y mujeres saludables física y mentalmente.
Ah, señor ministro, el niño trabajador combinado con la mendicidad no solamente se ve en Riohacha, si llega a Manaure o si toma los caminos al Cabo de la Vela o el Cerro de la Teta, en Uribia, verá nubes de niños que salen corriendo detrás de los carros a la espera de recibir una moneda o un pedazo de pan o una fruta regalada. Es la triste realidad de decenas de niños wayuú cuyo futuro es totalmente incierto.