Por: Álvaro López Peralta
Arrancó el autodenominado gobierno del cambio, luego de una inédita y costosa posesión presidencial, a la que asistió una multitud diversa, entusiasta y esperanzada en vivir sabroso.
También asistieron otros colombianos con otras expectativas camufladas o explicitas. Mucho se ha hablado y escrito sobre ese acontecimiento y por eso puede resultar necio seguir en lo mismo.
Lo cierto es que muchos colombianos, aunque no compartamos su enfoque ideológico, esperamos que a este gobierno le vaya bien, pues también podría irle bien a nuestro país; sin embargo, los múltiples mensajes enviados por el presidente y algunos miembros de su equipo cercano, algunos contradictorios, con promesas de cambios rápidos que embelesan a sus seguidores, atizan los temores y la incertidumbre de la otra mitad de los colombianos sobre el futuro.
Unas horas antes de posesionarse, el presidente Petro anunció por Twitter la designación de varios ministros y ministras –para estar a tono con la jerga gobiernista– que llamaron la atención por sus perfiles y antecedentes, pues parecieran tener una preparación más orientada a realizar una labor contraria a la misión y propósitos de sus respectivas carteras ministeriales, como las ministras de Minas y Energía y la de Trabajo, para solo mencionar estos dos notorios casos, aunque hay otros muy inquietantes.
Como ministra de Minas y Energía el presidente posesionó a una filósofa, con doctorado en geografía política, con gran activismo en el tema ambiental. En su comunicación el presidente le asignó “la ardua tarea de liderar la transición hacia una economía no extractivista”; es decir, pareciera insistir en anticipar en forma aislada la terminación de la explotación y exportación del petróleo y carbón, contrario a la gradualidad que debe tener ese proceso, que debe hacerse simultáneo con otros países productores y atendiendo las necesidades de los consumidores, como parte de la insoslayable decisión de controlar el calentamiento global. El nuevo ministro de Hacienda ha reiterado que ese es un objetivo de largo plazo, que podría tomar más de una década y debe ejecutarse bien para evitar una debacle fiscal en el país.
En el Ministerio de Trabajo posesionó a una exsenadora, defensora de los derechos humanos y la reivindicación de los trabajadores como dirigente sindical, perteneciente al partido comunista y muy cercana al chavismo, como lo demuestra un video que circula en las redes sociales. Aunque en el pasado hubo ministros del Trabajo con origen sindical que tuvieron buen desempeño, en este caso puede ser solo un buen deseo esperar que sus antecedentes no sean un obstáculo para garantizar la objetividad que debe tener su rol de ministra para lograr y mantener un balance apropiado en el manejo de las relaciones laborales del país. También se espera de ella que sus antecedentes no sean una fuente de decisiones que afecten la competitividad de las empresas y la generación de empleo decente, tan necesarios para coadyuvar a la reducción de la pobreza.
El diálogo social, es un componente clave en el relacionamiento de las empresas con sus trabajadores y sindicatos, que el ministerio debe promover como instrumento para la solución autónoma de los conflictos laborales que surjan al interior de las organizaciones.
Mas allá mediar en la solución de conflictos obrero-patronales, resolver querellas, autorizar despidos masivos o realizar inspecciones e investigaciones, el ministerio de Trabajo debe enfocarse en crear las condiciones necesarias para la generación y formalización del empleo, promoviendo el respeto por los derechos fundamentales del trabajo. Su objetivo estratégico debe ser que el trabajo sea la verdadera fuerza que impulsa la generación de riqueza, bienestar y progreso para todos los colombianos.