Por Maritza del Rosario León Vanegas
Recuerdo al maestro Justo como un ser dedicado a la gente y al cultivo de la vida intelectual, especialmente a la investigación; su proyecto de vida centrado en apoyar a sus coterráneos estuvo mediado por sus orientaciones y lo mejor de sí, su amabilidad.
Su rostro, siempre acompañado por una sonrisa y postura de escucha alagaba a todos con gran sentido del humor y con paciencia.
Maestro de maestros y de jóvenes; amante de las transformaciones e ideas innovadoras, la vida le dio la oportunidad de ejercer la docencia en diferentes niveles educativos, colegios, institutos y universidades, cofundador de Realizar –Fundación para la investigación y desarrollo de La Guajira– primera entidad constituida en el departamento de La Guajira, dedicada a la investigación; allí junto con amigos desarrolló proyectos con propuestas atinentes a la solución de problemáticas más sentidas en el sector educativo.
Los diálogos con Justo eran amenos, diferentes, de relajación, dejaban enseñanzas; en muchos momentos recurríamos a los recuerdos y añoranzas. Cuando se refería a nuestra casa lo hacía diciendo “poco a poco”. Con emoción expresaba esa frase porque en alguna ocasión me visitó y me preguntó: “¿Esta es tu casa?” y afirmó, “es muy grande”. Le conté que nuestra familia había capitalizado el valor para construirla; sin embargo como a mi esposo, Freddy Rodríguez, lo secuestró la guerrilla del EPL (perdonados y en paz); para liberarlo tuvimos que entregarle a ese grupo el dinero de su construcción y luego nos fuimos a vivir en ella en obra negra -sin terminar- y el nombre que le pusimos fue ‘Poco a poco’, porque de esa forma íbamos terminándola. Él se gozaba esa anécdota, se reía a carcajadas, miraba para todos los lados y expresaba: “Estos son desafíos de la vida, lo vas a lograr”.
La expresión “poco a poco” era una metáfora, enfrentar algo que para muchos era inalcanzable y lejano y así lo relacionaba con los proyectos de vida, interrogantes, estudios, investigaciones, escritos, sueños; en fin, con situaciones que desafiaban el pensamiento, el conocimiento y la memoria. Las situaciones que lideró con ahínco en su vida personal y profesional pudo lograrlas, entre ellas se pueden resaltar con orgullo: en la Universidad de La Guajira, los programas de licenciatura en Lenguas Modernas y Etnoeducación, con un propósito central, la inclusión y la aceptación de la diversidad, la traducción al wayuunaiki de la Constitución Política de Colombia de 1991; Programas de pregrado y posgrado en convenio con otras universidades, con el apoyo de docentes e investigadores de otros lugares de Colombia y del mundo.
Fue un ‘embajador’, logró representar al ministro de Educación Nacional (años 1994 a 1996) en conferencias y eventos de educación superior en Colombia y el mundo, fue director de monografías y tesis de grado laureadas de un sinnúmero de estudiantes, de iniciativas en asuntos que abordaban temas como la inter y multiculturalidad, lenguas amerindias y especialmente de la cultura wayuú a la que dedicó sus mejores estudios. Hoy en su mayoría están publicados y son referentes de investigaciones mundiales. Ocupó varios cargos en la Universidad de La Guajira, desde la docencia hasta la rectoría; lo hizo con lujo de detalles.
Fue el gestor de la construcción de la Ciudadela Universitaria -primera etapa- como un desafío y sueño hecho realidad, asumió ese liderazgo con la seguridad de que era el paso inicial de un macroproyecto que se convertiría en punto de apoyo para la generación de conocimientos en el departamento de La Guajira, olvidado por muchos.
El maestro Justo es un referente de la educación en el departamento de La Guajira, el Caribe y el mundo, representaba para los de mi generación un símbolo de búsqueda de nuevos horizontes y posibilidades de mejores condiciones de vida; estos sentimientos se los expresé muchas veces con cariño, agradecimiento y lealtad; él fue quien me impulsó a ser miembro de la familia Uniguajira.
Se convirtió en un apoyo permanente; nos indujo a ‘repensar’ la Universidad; en 2005 cuando asumí la responsabilidad de dirigir los destinos del Alma Máter, como rectora tuve como premisa “que vuelva la academia” porque cuando él dejó de ser rector esta condición (principal y fundamental) se había perdido y la articulamos con una visión prospectiva a diez años como “la Universidad que queremos”.
El pensamiento de Justo está en cada uno de nosotros, quienes fuimos sus amigos y colegas. Nos permitió disfrutar del mundo académico, del mundo de las letras y especialmente del mundo de la transparencia y la sinceridad. Justo sigue vivo en nuestros corazones.