Cuando aún Martín José existía solo en los anhelos de sus padres, mis compadres: Martín Guillermo y Lucy Leonor, ya era mi ahijado y mi sobrino (Lucy es mi hermana del alma) y mi hijo (Lo amamanté).
Lo he visto crecer, cada uno de sus 24 años. Celoso con su madre y lo de ella, cuidadoso, caballero, alegre, juguetón, divertido, inteligente para todo, buen hijo, bien criado. Me quedó bien bautizado el ahija’o.
Martin desde pequeño mostró el gusto por la música y el acordeón lo seducía, pero su mamá creía que se le pasaría, “Yo creí que eran cosas de pela’o chiquito. Después me di cuenta que el asunto iba en serio, se ponía intenso cada vez que llegaban las vacaciones, pa’ que me lo llevara para La Guajira, allá conseguía acordeón y eso era una felicidad”.
-En unas vacaciones que fuimos a Riohacha, La Guajira, estuvimos de visita dónde un primo que tocaba acordeón, le pedí que me enseñara a tocar y me enseñó ‘Noticas’, ‘La Consentida’ y ‘Lucero Espiritual’. Al terminar le pregunté a mi mamá, ¿Que te pareció el cortico que toqué? Entonces se asombró, preguntaba si había sido yo, porque se escuchó bien, en ese momento dijo que haría el esfuerzo para inscribirme en la escuela, eso sí, con la condición que no descuidara mis estudios sino me castigaba jajajaja, tú sabes cómo es la cosa con ella… “Mi mamá fue mi más grande apoyo, desde el inicio hasta el día de hoy. Creo que sí esa mujer no existiera en mi vida, no fuera la persona, el ser humano y el acordeonista que soy. Recuerdo una vez que pensé dejar de lado el acordeón, sentí que no era lo mío porque no podía interpretar los bajos y ella se sentó a mi lado y me habló, me motivó”. Me cuenta Martín complacido. Sonríe como quien está lleno de paz y mira a Leo, con devoción.
-Cuando fue a la escuela él no tenía acordeón, porque yo no tenía como comprárselo, yo lo llevé a la escuela Talento del Futuro y le dije al director que el niño no tenía acordeón y que quería probar si tenía talento para eso. Cuando lo llevé a la segunda clase el director me dijo: “Ese niño va a ser un buen acordeonero, porque ellos desde que llegan uno los reconoce, por la forma como coge el acordeón”. Recuerda Lucy Leo, su mamá, orgullosa.
-Empecé en una escuela de Barranquilla, allí conté con los profesores Enrique Madera (QEPD) y Juan Cardona, a su vez conté con el apoyo incondicional del director de la escuela Balmer Sajona, que sin él, no hubiese sido posible continuar porque a mi mamá se le hacía difícil pagarme algunos meses y él me regaló una beca en 2 ocasiones para poder continuar. Duré alrededor de un año en la escuela donde comencé y de ahí me tocó ser autodidacta. En ese momento las herramientas como YouTube no estaban tan llenas de tutoriales como ahora, solo empecé a practicar lo que sabía, aprendí a sacar las canciones oyéndolas… En cada vacaciones me iba con mi mamá a su trabajo en La Guajira y siempre me llevaba mi acordeón para seguir practicando y dónde podía encontrar a alguien, aprovechaba; en Maicao, Riohacha, Barrancas; en Urumita, recuerdo, una amiga de mi mamá ‘la yoli’ hija de la famosa “Canga” que vendía dulces, me dijo: “Mijo, usted quiere aprender? Yo lo voy a llevar temprano dónde un muchacho que vive acá a la vuelta, se llama Andrés”. El me ayudó mucho a complementar mis conocimientos, desde ahí hasta hoy he venido aprendiendo por mi cuenta y el apoyo de algunos docentes en la U. Dice Martín agradecido con todos los que intervinieron en su proceso de aprendizaje.
Martín José duró muchos meses que solo hacia lo que hacía en la escuela porque no tenía acordeón pa’ practica en la casa, hasta que en agosto pa’ su cumpleaños número 13, le dijo al papá que él lo que quería de regalo era un acordeón, así fue que Martín (papá) le regaló su primer acordeón, fue un Rey Vallenato. Con ese duró muchos meses. En diciembre mi tía Eumelia, que ya le había visto y oído la birria, con engaño se lo llevó para que la asesorara en un regalo que le iba a hacer al hijo de un amigo. El escogió el tono, el color, el forro, la letra para marcarlo, todo. La que hubiese elegido para él. El 31 de diciembre cuando tía Eumelia le puso el acordeón en las piernas, Martín lloró, ¡¡no te imaginas la felicidad de mi hijo!! Ahora tenía acordeón, pero ya a mí no me daban las fuerzas, yo empecé a trabajar allá en Riohacha y no lo podía llevar a las clases de acordeón, me tocaba pagarle taxis y no me alcanzaba. Lo retire, ya nos habían dado dos becas, pero no tenía el transporte de ahí en adelante el aprendió oyendo” Me recuerda Leo.
-Fue la felicidad más grande de este mundo, sentí que mi vida cambió y no lo esperaba, porque realmente en mi casa no había para comprar un acordeón. Desde que llegó no lo dejaba quieto ni un momento, mi mama solo me decía: “Lo único que te pido es que no descuides tus estudios, de lo contrario, vamos a tener que guardar ese acordeón” nunca más bajé de los primeros puestos del colegio jajajajaja. Mi primera presentación en público fue muy temprana, tenía 13 años y fue con la escuela donde estudié, ellos lideraban muchos encuentros para mostrar a sus estudiantes y apoyarlos en su camino musical y dominio escénico.
En el Colegio como en la universidad integré el grupo folclórico, he estado en varios grupos tradicionales de la ciudad de barranquilla, Cumbia Caribe, Conjunto Tradición, Sin Estrato. He acompañado al maestro Dolcey Gutiérrez y actualmente soy el acordeonero del maestro Juan Piña.
¿A quién admiras, a quién sigues? De Juancho Rois: La picardía para hacer sus pases y rematarlos, siempre me ha encantado, uuff. El Cocha Molina: Creería que es uno de los acordeoneros que inconscientemente más me he apegado porque su estilo para tocar el merengue y sus remates románticos o “Sabroseados” como digo yo, ufff me identifican. Franco Arguelles (época Villazón): Soy villazonista de corazón 100%, siento que la época de Franco Arguelles con Villazón (sin desmeritar otras) marcaron para mi mucho. Álvaro López finalmente, Rey de Reyes, su época con Jorge Oñate a cualquiera le da ganas de parrandear. En la nueva generación, crecí escuchando, a Juancho De La Espriella y Sergio Luis Rodríguez, él, siempre captó mi atención por su estilo muy parecido al de Juancho Rois.