El articulista incurre en una inexactitud histórica al afirmar que los wayuú nunca han tenido acceso a las aguas del río Ranchería. Desconoce que las riberas del antiguamente llamado Seturma fueron el nicho original de la etnia. Que los antecesores de los wayuú contemporáneos habitaban en los siglos XVII y XVIII el curso medio y bajo del río Ranchería, llamado para ese entonces Río de la Hacha, y luego fueron desalojados hacia lugares inhóspitos del desierto de la Alta Guajira.
Para el wayuu, hablar del Ranchería es hablar de la vida misma, de todo aquello que hace parte del territorio. La cosmovisión, los animales. El agua es primordial y hace parte de su vida. A un wayuú le puede faltar todo, menos el agua. Puede tener una sola alimentación al día, pero el agua es indispensable.
Y es que no solo los indígenas, sino un considerable contingente de afrodescendientes han establecido lazos de carácter económico y cultural con el río Ranchería, además de ser un lugar pedagógico, pues los menores aprenden allí cuestiones fundamentales para su relación con el entorno, con su historia y con su tradición espiritual. Leer un poco de historia no cae mal.
En los tiempos contemporáneos la actividad extractiva ha constreñido a importantes núcleos indígenas, también desplazados de su hábitat natural hacia lugares menos propicios. Resaltamos el caso de los habitantes de Provincial.
Y para los pueblos arhuacos, kogis, wiwa y Kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, la tradición espiritual fuertemente arraigada a este río se evidencia claramente con la llamada ‘linea negra’: delimitación ancestral que los pueblos indígenas hacen de su territorio mediante líneas imaginarias, que se denominan ‘negras’ o también ‘de origen’. Las cuales unen al cerro Gonawindua (Pico Bolívar) con accidentes geográficos o con hitos considerados sagrados.
Los espacios y recursos que componen la ‘línea negra’ representan un tejido de conectividades y relaciones que integran su territorio a los principios de la vida, el planeta y el universo.
Dentro de esas delimitaciones, el río Ranchería ha sido fundamental y un escenario sagrado adonde los indígenas realizan pagamentos, que consisten en rituales sacros cuyo objetivo fundamental es pagar y retribuir los beneficios obtenidos de la madre tierra en su totalidad, o de manera específica al agua, el Sol, el aire.
Ojalá que esas mediciones a las que alude el apreciado columnista, derivadas de las cuatro estaciones automáticas para medir el caudal del rÍo no resulten igual a lo ocurrido con estudios de impacto sobre la calidad del aire realizadas en el entorno del proyecto minero, que arrojan guarismos hasta en un 50% por debajo de los estándares establecidos por la OMS. Sin embargo, las cifras de enfermos y enfermedades relacionadas con la actividad laboral minera refutan esos estudios. El supuesto fortalecimiento del caudal del río después de su trasiego por los senderos mineros no solo desafía la lógica, sino que controvierte versiones de los abuelos. El agua a su paso por Aremasain, Caballence y Riohacha, obviamente ha perdido la fuerza de antaño. Los supuestos vertimientos para aumentar el caudal del río, roguemos que no se trate de aguas ácidas y contaminadas.
Sesudas investigaciones confirman que los socavones de explotación carbonífera han tenido impacto en las aguas subterráneas, produciendo una alteración en los ciclos hídricos naturales, así como una interrupción y consecuente disminución de sus caudales. La sobre-explotación y contaminación derivadas de la actividad minera representan un riesgo para el agua subterránea de La Guajira. La calidad del agua proveniente de esas fuentes se ha deteriorado. ¿Será que la desaparición y/o afectación de numerosos arroyos y lagunas como consecuencia de la actividad minera es un mito? Suponer que una explotación minera de tal envergadura no genera impactos en el medio ambiente, en el río, es un acto de supina ingenuidad, por no llamarlo de otra forma.
A modo de conclusión podemos afirmar que, preferimos equivocarnos defendiendo a nuestro Departamento que ostenta junto con el Chocó los peores índices de necesidades básicas insatisfechas, los peores índices de pobreza monetaria, de pobreza extrema, de pobreza multidimensional; que acertar defendiendo a una multinacional enriquecida a costa de la degradación de nuestro hábitat.