El departamento de La Guajira se ha caracterizado por ser una región que en cada año se vienen desarrollando más de 60 bloqueos, cifra que se aumentaba cuando la extinta Electricaribe, empresa que por muchos años mantuvo alterado el orden público en más de 190 municipios de los 7 departamentos del Caribe, producto del mal servicio que prestaba, incitaba a los usuarios a sus airadas reclamaciones con taponamientos de vías, paros cívicos, asonadas y otros hechos vandálicos.
Afortunadamente, la empresa que sustituye a la extinta Electricaribe ha minimizado ese tipo de protesta, ya que Air-e, pese al aumento del kilovatio hora, ha logrado tener la continuidad del servicio sin que genere apagones, que es lo que produce la reacción de protesta en el usuario.
Igualmente, ha disminuido la protesta en cuando a la prestación de otros servicios que son básicos en los hogares de los guajiros, pero desde la pandemia de Covid-19 hasta esta fecha, muchos han acudido a la protesta por temas sociales que afectan a un sector de la comunidad, ya sea del orden municipal, departamental o nacional.
Hoy los bloqueos con cara de paro cívico son el detonante que tiene la sociedad para manifestar cualquier inconformidad que le genere a un grupo de personas que exteriorizan sus enardecidas ‘inconformidades’ en donde literalmente hay una diferencia entre las actuaciones del Gobierno versus las decisiones de un pueblo y más aún en esta temporada preelectoral, muchos logran la movilización de un grupo de ciudadanos para sacar ventajas politiqueras, ya que en su pensamiento de precandidato, sufren el síndrome de ‘piloerección’, dicho de otra forma, se les pone la ‘piel de gallina’ por cualquier cosa.
Sabemos que en la temporada preelectoral se aumentan las manifestaciones de las personas que a través de la protesta buscan sumar adeptos que se cuantifican en las urnas el día del debate, pero es el momento en que los medios de comunicación debemos tener el cuidado al fijar nuestra postura frente a algunas protestas que terminan reclamando la asignación de un contrato o en busca de la acreencia política. Por lo tanto, en cada protesta debemos tener una posición: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”, especialmente porque no nos podemos convertir en unos idiotas útiles de los falsos líderes.
En enero vienen las nuevas contrataciones de la mano de la temporada preelectoral, dos detonantes en nuestro Departamento para la ebullición social que terminan en paros, manifestaciones o protestas, situaciones que desencadenan una serie de parálisis que corresponde a la protesta de un grupo de ciudadanos para hacerse sentir de las actuaciones de cualquiera de los gobiernos, ya sea municipal, departamental o nacional, pero hemos detectado algo: hay muchas protestas que llevan el interés político.