Sin embargo, al pasar de los años la celebración de la ‘Vieja Mello’, ha ido perdiendo su esencia porque los políticos se han apoderado de esa fiesta tradicional para mostrar su poder y otros para conquistar votos en sus aspiraciones a cargos de elección como gobernación o alcaldías.
La Virgen, el encuentro de familias y amigos pasó a un segundo plano. La plaza Padilla se convirtió en el espacio de los saludos y abrazos de políticos y aspirantes, de las carpas de los diferentes medios de comunicación, y otras más cuando por ejemplo llega un presidente de la República, que se traduce en incomodidad por la seguridad que se debe brindar limitando el acceso de los feligreses a la catedral, lo que debe invitar a una reflexión muy seria de una tradición que se está perdiendo.
Es decir, la ‘Vieja Mello’ dejó de ser la protagonista, lo que debería llamar la atención de la Diócesis de Riohacha y las autoridades para darle paso a los conciertos sinfónicos, y a actividades culturales que promueven el talento de niños y jóvenes.
En alguna oportunidad el investigador y antropólogo, Weildler Guerra Cúrvelo, conceptuó que la veneración de la virgen de los Remedios en Riohacha se considera como la formación de identidades locales. La devoción inició en 1538 cuando aún la ciudad y sus primeros habitantes se encontraban en el Cabo de la Vela. Los cronistas coloniales describen sus fastuosas festividades que, iniciadas en enero, se extendían hasta las carnestolendas. A la fe en la Virgen de los Remedios más que en la causa patriótica apeló Padilla para alentar a los marinos riohacheros antes de iniciar la batalla naval que le llevaría a la victoria en Maracaibo en 1823.
“La memoria colectiva registra los grandes milagros que preservaron la ciudad ante las tropas inglesas, los ataques de piratas y las tormentas marinas. Otros milagros tienen un carácter íntimo. Así García Márquez se refiere a Riohacha como “la ciudad de arena y sal donde nació mi estirpe desde los tatarabuelos, donde mi abuela vio a la Virgen de los Remedios apagar el horno con un soplo helado cuando el pan estaba a punto de quemársele”, expresa Guerra Cúrvelo.
Es la oportunidad entonces de rescatar la fiesta de la ‘Vieja Mello’, como una identidad de la ciudad en donde el juego político busque su propio espacio.