Existe propensión a asimilar la prosperidad el liderazgo económico de Estados Unidos con fortalezas democráticas. Los sucesos de la actual contienda electoral revelan ambigüedades en la práctica política de la gran potencia que desmienten la supuesta solidez democrática.
Las más importantes cadenas televisivas, inclusive la vocera del conservatismo norteamericano la cadena Fox News, interrumpieron y desmintieron a Trump cuando aseveró sin pruebas, sin el menor indicio que, los demócratas habían fraguado un enorme fraude, una conspiración para arrebatarle la Presidencia. Gajes del populismo. Evoca similitudes con la supuesta “conspiración local” de la Corte Suprema para perseguir a Uribe.
El “peliamarillo”, considerado un intruso por el establishment no tuvo eco en su intento de romper las reglas institucionales a partir de la elucubración de esa idea conspirativa, sugirió –éxito– que se suspendieran los conteos en estados que acudieron a prácticas más habituales y comunes entre los demócratas, voto anticipado y voto por correo, que son los últimos en contabilizarse. Al momento del escrutinio el voto presencial, el del día de los comicios, más usual entre los republicanos, se computa primero.
Posteriormente viene el proceso a cuentagotas de la contabilización de los votos anticipados y por correo. Ello explica porque en ciertos estados los resultados preliminares mostraban un mayor porcentaje electoral por Trump, a medida que avanzó el escrutinio en Michigan, Wisconsin, Pensylvania, Georgia, la tendencia se revirtió hacia Biden.
Trump deliberada y disparatadamente como suele proceder tildó los votos anticipados y los emitidos por correo como “ilegales”. En contraposición calificó como “legales” los votos presenciales. Tal conducta fue magistralmente develada por el “izquierdista” Bernie Sander. Este demócrata “socialista” predijo la evolución electoral, pronosticó con total exactitud el comportamiento del energúmeno Bad Loser (perdedor). Describió la radiografía del espectáculo circense actual. Sin embargo, el irracional discurso antisistema no encontró acogida en el grupo de poder, los norteamericanos conscientes de su primacía mundial no se dan el lujo de permitir que tan exótico personaje resquebraje la institucionalidad. Cierran filas alrededor de la estabilidad y de los fundamentos de su democracia. El partido republicano guardó silencio y algunos miembros importantes han salido a criticar la conducta de Trump. Diametral diferencia con lo ocurrido recientemente en Colombia alrededor del proceso judicial del expresidente: Corte mafiosa, Corte corrupta, y cualquier otro improperio, ninguna prueba para demostrar tales infundios.
El absurdo, antidemocrático y enrevesado sistema de elección indirecto permite que algunas veces tal como ocurrió con el propio Trump en 2016, no gana el que tenga más votos populares o directos, sino el que obtenga las mayorías en ese contradictorio sistema. En el colegio electoral, cada estado elige un número de compromisarios que fluctúan según la población. Esta vez parece que van a coincidir el voto electoral con el popular. El colegio electoral se conforma con 538 asientos, quien obtenga la cifra mágica de 270 votos es el vencedor.
La mayoría de los estados históricamente han consolidado unas mayorías partidarias decantadas hacia uno u otro partido. Existen en cambio unos estados denominados Swing State, estados pendulares que cambian coyunturalmente sus tendencias, nuevamente están definiendo la contienda.
El mapa electoral de Estados Unidos constata paralelismos demográficos, geográficos, culturales con Colombia. En Estados Unidos el voto demócrata se concentra en las principales urbes cuyos electores tiene mejor académica, en los estados periféricos del país donde habitan las colectividades étnicas y raciales, con excepción de la Florida, cuyos inmigrantes tienen un perfil político de derecha, cubanos, colombianos, venezolanos.