Nuestra península guajira, como quilla de nave colombiana, adentrada en las aguas formidables del Atlántico, asiento de ancestros milenarios, con raíces profundas de raizal nativo la etnia Caribe, ofrece su manto de desierto, no improductivo, porque sobre él crecen plantas y arbustos que invitan a un cultivo selectivo que alimenta los apriscos de ovejas y de cabras, a las nobles tribus wayuú, a la múltiple variedad de aves y ofrece también un manto verde de flora tropical, que espera recuperar selvas con reforestación y plantaciones de alimentos.
En esta tierra generosa que alimenta con su vientre productivo, nacen también personajes de solera que enorgullecen los tiempos pasados con su historia transmitida como ADN, que corre pletórica de vida en las venas de quienes hoy somos presentes, surgen en el presente otros tantos hijos que hacen historia y llevan nuestra razón de ser Caribe a otras latitudes para pisar firme aportando nuestros valores y tradiciones. Son muchos los que cubren el firmamento de nuestro espacio-frontera guajira, loor y gloria a todos y a cada uno de ellos.
Hoy, fijaremos nuestra redacción en la recia figura de un nacido en nuestra original Barrancas (La Guajira), el fraile capuchino Fray Wilson Suárez Daníes, hijo de Francisco Javier (q.e.p.d.) y de Dolores María Daníes, dama de fortaleza única, fecunda como nuestra tierra, cargada de tiempo añejo, cercana al centenario, que alumbró su propia estirpe haciéndose responsable de educar a sus nacidos cuando vio dormir en el sueño de la muerte a su querido y llorado esposo; no necesitó de nadie más; sino de su recia vitalidad femenina para arar la tierra, cuidar ganado, proteger su gallinero y sacar adelante sus pequeños hijos, hoy ya mayores con sus responsabilidades de lugareños. Entre aquellos bullangueros hijos nació Wilson, travieso como los demás, pero desde niño, en el fondo de su ser dejó entrever otras sendas, otros quehaceres, otra forma de vivir.
Crecidito empezó a cultivar la cercanía con los frailes capuchinos, por aquel tiempo los únicos sembradores de evangelio, haciéndose celoso acólito. El ambiente religioso de su madre, el olor a incienso de su iglesia parroquial, la contemplación de aquellos adustos frailes capuchinos italianos, fueron inclinando sus expectativas hacia la vida consagrada. La idea se asentó en su espíritu y el 4 de febrero de 1990 se revistió del sayal capuchino que ha llevado con devoción desde aquel día, trajinando apostólicamente por la rica geografía colombiana.
Las manos de nuestro Monseñor Reginaldo Fischione, por aquel entonces vicario apostólico de la Riohacha, ungió sacerdotalmente al joven Wilson. Varias ciudades como Barranquilla, Valledupar y Pasto lo vieron dedicado a su parroquia. Transitó también como formador de futuros capuchinos en varias de las etapas para ellos preparadas. Tuvo la alegría de ser director del internado de Nazareth en la Alta Guajira donde desplegó sobre los suyos la fecundidad de sus valores humanos y capuchinos. Sus hermanos capuchinos de la Provincia Colombiana, reconociendo sus altas calidades humanas religiosas, lo nombraron Consejero provincial, cargo que cumplió a cabalidad durante un trienio.

En los comienzos de su andar religioso, muchas veces escuchó las conversaciones de los frailes cuando añorosamente hablaban de su tierra italiana, de sus padres y demás familiares, de quienes se habían apartado para seguir las huellas del Francisco de Asís misionero.
Esas pláticas, al parecer sin más sentido que el recuerdo cariñoso, se convirtieron para Fray Wilson en una seria invitación a repetir el valor y el reto para dejar familia, tierra, patria. Y así, decidido, aterrizó en tierras africanas, en la Guinea Ecuatorial, donde reside desde hace siete años, dedicado a la pastoral en el templo de Nuestra Señora de los Dolores, en la bella y costera ciudad de Bata. La Iglesia Católica, universal desde su fundación, envía de una región a otra a sus operadores de la viña del Señor, para acompañar a iglesias hermanas que están en crecimiento y necesitan una mano para llegar a la madurez de su plenitud espiritual católica. El Padre Wilson ha desplegado desde su arribo a tierras de bantús, Vizio, Combes, Fang, Bubis, atención especial a los más frágiles de la escala humana: los ancianos abandonados, los enfermos pobres y mal atendidos a quienes visita diariamente, pues su radio de acción se extiende a la mayor parte del territorio de Bata. Sus feligreses encuentran en él al pastor atento, que desconoce la palabra no, pues siempre acompaña la petición con respuesta inmediata. Apostólicamente es una porción de la diócesis activa, llena de vida, de energía espiritual. Se cuentan numerosas asociaciones y un grupo juvenil entusiasta, tanto en el estudio como en el deporte.

Su capillita heredada de los primeros capuchinos pequeña y angosta, la suplió por una espléndida edificación, de altura, amplia, rozagante, esbelta donde cual panal activo los feligreses acuden a la cita de oración y celebración. Así nuestro orgullo guajiro y genuino barranquero, celebra hoy sus bodas de plata ministeriales, 25 años de fecundidad, desde aquel día ungido en sus manos para la tarea sacerdotal. Llegar a esta fecha no es conclusión es apertura a nuevos derroteros, nuevos retos, nuevas respuestas a quien, amorosamente, lo llamó en sus tiernos años de infante en tierras guajiras.