La venganza veneca

No se controvierte que Venezuela fue, por más de cuatro décadas, para gran parte de los países sudamericanos, y algunos europeos, refugio seguro. Mientras argentinos, uruguayos y chilenos huían de las dictaduras más brutales, otros, como el caso nuestro, marchábamos hambrientos a buscar amparo en la economía más sólida de América Latina, para ese entonces.

Por la cabeza de nadie sensato pasó la idea que cuatro décadas más tarde los otrora nuevos ricos invadirían literalmente a toda Latinoamérica en busca de refugio y seguridad alimentaria ante el estruendoso fracaso de un régimen político que se autoproclamó el socialismo del siglo veintiuno, pero, socialismo al fin y al cabo, régimen que por demás fracaso en todo el mundo a tal punto que muy pocos países se rigen por él.

Para algunos expertos la diáspora venezolana es una estrategia del régimen, es decir, endosarle a los países vecinos todos los problemas que ellos no pueden resolver por física incapacidad mental o por absoluta irresponsabilidad, nos pasan la cuenta de cobro, se vengan, porque ellos cuando eran ricos soportaron en su suelo lo que los países suramericanos están sufriendo en la actualidad con la migración venezolana así parecen entenderlo los migrantes cuando en nuestras calles no te piden una limosna, te la exigen, reclamándote con vigor que cuando ellos tenían los medios ayudaron a más de cuatro millones de colombianos, hasta razón tendrán. 

En los últimos cuatro años han abandonado suelo patriota, según los cálculos más conservadores, más de cinco millones de personas, en su mayoría jóvenes, que en gavilla se han tomado por asalto los países vecinos, poco acostumbrados a estos eventos de migración a gran escala, llegaron de todo, médicos, comerciantes, buhoneros, una que otra puta, vendedores ambulantes, etc. A tal punto de que admirados todos nos preguntamos ¿Cómo se exterminó la economía de un país en 20 años de régimen socialista? 

Capítulo aparte merece nuestra relación de guajiros con Venezuela porque para nadie es un secreto que esta parte del país, hasta hace muy poco tiempo, era abastecida por los productos de primera necesidad traídos de Venezuela que invadían literalmente las calles de Maicao. Ni hablar de la gasolina a precio de huevo que ayudaba a solventar la precaria economía de este departamento. 

Tal como lo decía el difunto Diomedes Díaz en una de sus canciones: “La vida es un baile donde todos damos la vuelta” hoy miramos estupefactos cómo hemos sido literalmente “invadidos” por nuestros hermanos venezolanos que, sin querer queriendo, toman venganza por cuatro décadas de ayuda incondicional prestada y, ni cortos ni perezosos, exigen la devolución de los favores que nos prodigaron en el pasado.

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