El 5 de marzo falleció en Valledupar a los 96 años el ingeniero civil egresado de la Universidad Nacional de Colombia Julio Villazón Baquero. Su formación profesional en una institución de educación superior pública le confirmó la idea que tenía de cuál era la clave para el desarrollo de los pueblos de las periferias colombianas. Desde entonces se le volvió obsesión la necesidad de elevar el nivel de preparación del talento humano en su terruño querido. Así lo reiteró al formar parte del comité promotor para la creación del Departamento del Cesar en 1966.
A diferencia de sus contemporáneos, fue pionero como nativo del valle en canalizar recursos de los patrimonios familiares en proyectos del sector de los servicios. Anticipándose en el tiempo, le entrega en 1967 a su entorno comarcal el Hotel Sicarare creando una nueva fuente de empleo y ofreciendo oportunidades de trabajo a quienes nos encontrábamos estudiando bachillerato en el Colegio nacional de Loperena y animándonos a la profesionalización de forma que con ese nivel educativo alcanzado nos vinculáramos en posiciones estratégicas de toma de decisiones para el desarrollo regional. Su compromiso con lo público se evidenció al aceptar la jefatura de planeación de la gobernación del Cesar para racionalizar la gestión pública de un departamento en construcción realizando un ejercicio de carácter tecno político.
Con él coincidimos en este campo cuando desempeñamos el cargo de secretario de planeación de La Guajira en el sentido de la necesaria alianza estratégica de integración de estos dos departamentos hermanos a partir de su recurso humano cada vez para preparado para asumir su futuro promisorio. Convencido de complementar la cualificación de las nuevas generaciones lidera el proyecto de lo que hoy es el Colegio Bilingüe a través de una fundación social de padres de familia. Es indudable la incidencia de estas instituciones educativas en la formación de tantos jóvenes con un modelo pedagógico que recupera lo mejor de la tradición educativa regional pero actualizada con los nuevos vientos pedagógicos, didácticos y tecnológicos del siglo XXI. Pero no hay duda que el más significativo aporte del mecenas Villazón Baquero a la formación de amplios grupos poblacionales en condiciones de vulnerabilidad social cada vez más creciente, así como a su movilidad social se concretó con la cesión de un terreno para que se construyera allí el alma máter del Cesar.
En estos momentos de tanta confusión e incertidumbre en el Cesar, el Caribe y la Nación, el mejor homenaje al ingeniero social Julio Villazón Baquero es continuar sus proyectos, preservar su legado.