Alarma por el deterioro de la vida humana y del planeta

Desde hace más de dos décadas, científicos, asociaciones, instituciones, personas particulares han estado clamando para la protección de nuestro planeta, que viene sufriendo un grave deterioro en su equilibrio geobiológico. Hoy todos conocemos ese deterioro con el nombre de calentamiento global y por todo el planeta se viene experimentando ese deterioro a través de fenómenos planetarios de consideración: graves inundaciones, inusitadas fuerzas huracanadas, incendios descontrolados, descontrol en las que fueron imperturbables estaciones, ciclos agropecuarios alterados, terremotos de gran magnitud, descongelamiento en los milenarios glaciales, desaparición progresiva de nevados, inusitado calentamiento en las aguas marinas, amén de otros fenómenos que se van sintiendo y que lastimosamente irán en aumento, hasta que muy pronto, según pronóstico de  científicos e investigadores, llegue el planeta a una situación sin posibilidad de retorno. Aludiendo al gran escritor Gabriel García Márquez, es una catástrofe anunciada. ¿Cuáles serán las dimensiones de semejante hecatombe? ¿Cómo se producirá ese sin retorno? ¿Cómo afectará a la naturaleza y a la familia humana? ¿Qué posibilidades de sobrevivientes? ¿En qué situación quedarán los sobrevivientes? Son preguntas que se plantean con profunda seriedad y que no se pueden soslayar. ¿En caso de que todos los países decidieran formalmente hacer un solo frente para salvar el planeta y la vida que hay en él, podrán lograr el detenimiento de nuestra masa planetaria?

Pero el problema no recae solo en el calentamiento global, hay otra situación mucho más lamentable que recae en el ser humano. La especie humana está seriamente afectada y se nota en ella un fuerte y temible deterioro existencial. Estamos metidos en una especie de ceguera intelectual, de obstrucción mental, de inercia existencial frente al bloqueo del ser humano frente a la salvaguarda de sí mismo. El sistema político internacional padece de una corrupción institucional donde los vicios corroen a los políticos, para quienes su proyecto es la depravación con la aprobación a todo lo que signifique libertinaje. La descomposición de la familia es protuberante, donde las figuras señeras del bien: padre madre, se han descolorido perdiendo su misión humana, conduciendo a generaciones de jóvenes a sufrimientos sicológicos, a desubicaciones violentas, creando un talante de personas sin valores, sin ética ni moral, sin apegos tradicionales, sin proyecto de futuro para la sobre existencia del género humano. Generaciones jóvenes que experimentan un profundo vacío afectivo, que los conduce inexorablemente a la droga, el alcoholismo, a la farra, a la irresponsabilidad social, al suicidio, a la dejadez, a la pérdida del gusto por la vida. Cada día sus manifestaciones son más agresivas, más violentas. Los ministerios de educación del mundo se mantienen al margen con el argumento de que el joven tiene derecho a su expresión, así sea para su opción por la cultura de la muerte. El magisterio, que ha perdido su ascendencia moral sobre la juventud, son mudos testigos de la decadencia de las nuevas generaciones. Pero en cambio los medios de comunicación celebran todos los desvaríos juveniles como lo máximo de la juventud contemporánea. Y si a todo esto añadimos la pérdida de conciencia, la pérdida de creencias religiosas, el ateísmo práctico, encontramos una bomba molotov y un caldo existencial que propicia un diagnóstico impresionante. ¿Quién estará más en situación de punto sin retorno, el planeta o el ser humano?

Frente a esta dualidad crónica planeta – humano, se van levantando voces que anuncian mayores catástrofes y castigos de Dios y apariciones en todas partes anunciando el final. Aunque las conclusiones sean dramáticas, aún nos queda acudir a la voluntad de Dios y a su infinita misericordia. Él sabe mejor que nadie nuestra situación histórica, nuestro presente y nuestro futuro inmediato y futuro. El Papa Francisco es realmente un visionario que traduce su preocupación con enseñanzas concretas y orientaciones precisas que pueden ser el salvavidas para nuestra generación presente. Por lo menos no ahorra oportunidad para abrirnos los ojos, hablarnos con claridad, hacernos caer en cuenta y alimentar la esperanza. La decadencia es generalizada pero los generadores de esperanza pueden abrirnos a una aurora distinta en el panorama de nuestra vida humana en la tierra.

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