No tenemos que saberlo todo, solamente lo necesario para entender el rumbo equivocado que llevamos en este país. Con solo mirar por la ventana, vemos el creciente nivel de la violencia que se ha enseñoreado en Colombia. Que los ataques sistemáticos a líderes sociales son el pan de cada día, ocupando los primeros lugares a nivel mundial: que las arremetidas, contra las Cortes y las instituciones judiciales son constantes, para que actúen, de manera amañada, en favor de quienes las atacan.
Parece que el gobierno no está enterado, ni actuando eficientemente para evitar este despelote. La esencia del estado de derecho se ha perdido con las nuevas leyes, inventadas para que favorezcan a quienes rigen los destinos del estado. Nos hemos desviado del camino democrático, siguiendo una ruta equivocada que nos ha internado en una selva de mentira y corrupción. Nos está llevando al borde del despeñadero. Es verdad, eso está pasando en este país porque, la ambición de los políticos y las ansias de poder de quienes gobiernan es exorbitante; jamás habrá equidad, ni paz verdadera.
Desde la antigüedad se ha utilizado la violencia como instrumento de dominación, eficaz para el sometimiento de los pueblos, infundiéndoles miedo a la gente. Se infundía miedo con la furia de los dioses, pestes y cataclismos: con las guerras imperiales disputando territorios: recientemente, se han legitimado en el poder gobiernos autoritarios y totalitarios quienes, bajo la figura de sistema democrático, utilizan la política de terror, conocida en la Alemania Nazi, impuesta por Joseph Goebbels, contra sus opositores para dominarlos. Es verdad que, “democráticamente”, aquí se está aplicando esa política.
El doctor Iván Ramón Rodríguez, docente de la Universidad de La Salle, considera que la práctica del miedo es fundamental para la dominación social. Por eso, la mentira política siempre será un discurso coherente, capaz de convencer y movilizar a la gente; pero el problema no radica en el que miente sino en quien la recibe, conjetura Rodríguez; no son capaces de diferenciar la mentira de la verdad. La verdad presupone honestidad, manteniendo la veracidad en palabras y acciones.
“La verdad los hará libres” dice un conocido pasaje bíblico. Sin embargo, no se ha dejado de creer en las ideologías partidistas, que poco a poco están llegando a su final, sus ideas son manipuladoras, engaño sas y con segundas intenciones. Como lo manifestó Mark Twain, “es más fácil engañar a la gente, que convencerla de que han sido engañados”. Las consecuencias del desvío hacia el camino de la mentira y la corrupción, ha calado tan bien en esta sociedad, que no es sorprendente, porque las contemplan desde lejos con su encallecida indiferencia. Definitivamente, es verdad, que no se encuentra una explicación posible a esta descomposición social.
La terquedad que no permite entender que hemos sido engañados, manipulados, como idiotas útiles; no vemos como la corrupción campea por todas partes: el clientelismo político, la profundización de la violencia, la deslealtad a las instituciones y otros males, generados por prácticas desatinadas de un gobierno que no mira la miseria y el bienestar de las personas. Así, ¿Cómo podemos proyectar nuestra sociedad?
También es verdad, que esto sucede porque aún estamos en pañales para poder decidir con pensamiento propio; porque seguimos apegados, defendiendo y votando por quienes nos han gobernado por más de doscientos años y no hacemos nada para evitarlo; porque creemos que estamos y nos colocamos a la altura de quienes siempre nos han mirado como “gallina que mira sal”; y, lo peor, porque se sufre del síndrome de “Doña Florinda”: viviendo en el mismo vecindario, de estrato bajo, casi cero, sin casa propia, y creyéndose superiores a los demás, nunca podrán juntarse con la “Chusma”. ¿Qué está sucediendo en Colombia? ¿Somos ciegos o no sabemos quiénes somos? En alguna ocasión lo dije y hoy lo repito; por alguna razón, nuestra sociedad tiende a premiar a quienes la ha mantenido sumida en la ignorancia y la pobreza. Creo que hacemos como el burro; corre cuando lo asusta el tigre, pero se devuelve para ver que lo asustó y ahí lo cazan. Si no nos unimos, como dijo Cantinflas, para luchar por derribar la barrera de la incomprensión, de la mutua desconfianza y del odio y la desigualdad, jamás lograremos superar la degradación que estamos sufriendo.