Gloria al trabajo y al hombre trabajador en su día

Una de las festividades humanas más significativas es la del quehacer laboral, pues por medio de él se manifiesta la potencia intelectiva, de desarrollo, de progreso, de investigación, de enseñoramiento del hombre sobre la tierra, la cual no solo ofrece al hombre alimento sino todo su maravilloso potencial para que de la misma tierra y sus componentes el hombre sabiamente pueda obtener lo que sus necesidades le van sugiriendo. A punta de necesidades el ser humano pone en movimiento su creatividad intelectual para extraer de la tierra salud, comodidad, entretenimiento, bienestar, movilidad y toda clase de instrumentos que engloban el saber humano a través de la historia.  

Gran investigador y técnico el que creó las primeras herramientas de trabajo, el que supo colonizar las semillas para sembrarlas y multiplicarlas, el que descubrió los números, su sentido, su necesidad, su utilidad, desarrollando el vasto mundo de las matemáticas. Extraordinario inventor el que pensó, diseñó y elaboró la rueda con el infinito servicio que esta presta al ser humano. Gran genio el que consideró que ciertas sustancias colorantes servían para adorno personal. Colosal el que descubrió que sus manos, con su mente y colores podía dibujar en las rocas de las cavernas aquello que veía en su entorno. Sabio el que mejoró sus condiciones habitacionales fabricando lugares y espacios que le dieran cobijo en los días soleados o en las noches frías, o lo protegieran de la inclemente lluvia y le ofrecieran protección de depredadores. Nuestros museos son el monumento a nuestras generaciones anteriores y nosotros seremos fuentes para otros que estudiarán en sus museos nuestro provechoso paso por la tierra. Todos estos científicos anteriores nada tienen que envidiar a nuestros contemporáneos y a los que vendrán con lo suyo en milenios venideros.

Salvo para algunos desadaptados, el trabajo, para la mayoría de los seres humanos, es la necesidad de salir de nosotros con todas nuestras potencias para hacer, crear, multiplicar, mejorar, desarrollar, planificar nuestra corta estadía en este querido y amado planeta. Ciertamente que muchos humanos de hoy, valoran su trabajo solo en función de lo que obtienen, descuidando su propio desarrollo, capacitación, produciendo a la larga desprecio por su trabajo, perdiendo la oportunidad de descubrir en su actividad laboral potencias interiores que esperan ser descubiertas y aprovechadas. 

Es una lástima que la celebración del trabajo haya sido desviada de su prístino sentido encaminándolo más al ámbito político y en sentido violento, agresivo, que no tiene nada que ver con la fascinante dimensión laboral del ser humano. Los presidentes de sindicatos, asentados en sus tronos, muchos de ellos con más de 20 y 30 años de agitadores públicos, repiten cada primero de mayo discursos consabidos, pues ni siquiera los han mejorado ni los han adaptado a la problemática cierta y real de las condiciones laborales actuales. 

Nuestras jóvenes generaciones lo único que aprenden del día del trabajo es la violencia masiva, el maltrato a inocentes, destrucción de bienes comunitarios, discursos incendiarios, vivas a partidos momificados y al final orgía de alcohol y así será por siglos venideros, hasta que desaparezcan esas nefastas castas presidenciales hereditarias, y ese antro de corrupción en que han convertido los políticos corruptos al noble y glorioso Congreso Nacional. 

Cuánto necesitan nuevas generaciones de padres de familia, nuevos maestros transmisores de la sabiduría, nuevas personalidades de transformación social para cambiar el rostro maltrecho de una sociedad enferma; pero, necesitada de redención, de revaloración y de sana proyección. 

El Día del Trabajo debiera ser el momento indicado para que un país se muestre a sí mismo y a la opinión pública sus logros, sus programas de desarrollo, sus proyectos e inversión en investigación para sentar las bases para las próximas generaciones. El Día del Trabajo debiera tener múltiples incentivos para que la niñez, los jóvenes, se entusiasmen por la acción laboral, valorando el trabajo de sus padres, de sus coterráneos, de sus contemporáneos y se vean a sí mismos como herederos y transmisores eficaces de la fabulosa actividad laboral del ser humano. En el Día del Trabajo debieran existir visitas dirigidas a fábricas donde se ve el desarrollo. Visita a los museos para palpar el genio de los antepasados, programas televisivos para mostrar la belleza del país y las obras colosales que han construido las generaciones anteriores. Y que se diera un tipo de carnaval de la ciencia, del arte, de teatro por las calles. Cuánta imaginación y cuánta valoración distinta para cambiar el maltrecho Día del Trabajo. Gloria y honor al trabajo como actividad humana. Gloria y honor al hombre trabajador quien es el que promueve, mantiene e incentiva el desarrollo de su pueblo. Lo que hoy disfrutamos en todos los ámbitos es el fruto del trabajo de millones de trabajadores y de generaciones pretéritas que pensaron en el bienestar de sus descendientes.

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