En los últimos días en nuestro país a raíz de una crisis sin precedentes, resulta inaudito pasar por alto los sucesos acaecidos en el panorama nacional, en donde se refleja que existe un cúmulo de problemas en todos los ámbitos: La indolencia de un gobierno abusivo, deficiencia del sistema de salud, irrespeto por la vida, corrupción de la clase política, frialdad de la fuerza pública y la presencia de violentos en las manifestaciones.
Es inevitable calcular el daño terrible que ha causado la presentación de la reforma tributaria, un propuesta lesiva en todo el sentido de la palabra. Ideada por un gobierno indolente de las clases menos favorecidas, capaz de incoar un proyecto de esta magnitud en plena pandemia que amenaza con ocasionar un terrible golpe a las finanzas de la mayoría de los colombianos, sin pensar que el verdadero problema es la presencia de la corrupción en todos los niveles, el excesivo gasto público y la cantidad de prerrogativas otorgadas a los altos funcionarios del estado.
Duele como hijo de esta patria ver como las calles de todas las ciudades se han convertido en verdaderos campos de batalla, en donde se ciega la vida de personas desarmadas a sangre fría, en donde jóvenes mueren por exigir el derecho a la protesta; duele ver cómo se reparten el país a pedazos sin pudor, como algunos políticos que en lugar de luchar por los intereses del pueblo se aprovechan de su posición favorecida para usar el erario público como una alcancía privada, sin temor a decepcionar a las personas que algún día los eligieron para ser representados.
Todo ese acontecimiento se da como resultado de un odio entre ideologías de partidos y la bravuconería de sus líderes, la incompetencia de un jefe de estado y la infaltable corruptela, ignorando el pábulo que define al disenso de pensamientos como principio de una democracia.
El estado Colombiano en sus facultades debe luchar por el respeto a la institucionalidad, está en todo su deber de retornar la seguridad neutralizando y presentando ante la justicia a los vándalos que aspiran a cometer conductas delictuales sin consecuencias, pero priorizando el sagrado derecho a la vida y a la libertad de expresión. El llamado de los colombianos es a unirnos en pro de alcanzar acuerdos para preservar el bienestar del pueblo, frenar la violencia, garantizar la seguridad, diseminar odios y luchas por el poder.