Es preocupante la forma de encarar una parte de la ciudadanía del pueblo sanjuanero el día a día y los nuevos aconteceres. Tradicionalmente el sanjuanero fue dotado con mucha masa crítica y opinión respetable, pero, hoy se observa, un ciudadano beligerante, rebelde, intransigente, irreverente, agresivo verbalmente, y que todo lo cuestiona y nada le parece, en esta coyuntura de la pandemia del covid19. Somos conscientes que se necesitan buenos gobiernos territoriales, pero también se requieren buenos ciudadanos y buenos contribuyentes. Que también se requiere que, a los gobiernos de turno, la ciudadanía les haga control social participativo, veedurías y auditorías ciudadanas como lo señala la ley. Pero igualmente, el entorno social en el cual vivimos, no cambia sólo, si los ciudadanos no cambiamos interiormente y de mentalidad.
Desde luego entonces, que en nuestro pueblo hay la necesidad de tener un buen gobierno y generar la construcción de una nueva ciudadanía, a través de una nueva forma de comportarse y reconocer nuestro papel en la sociedad, ya que no debe existir ningún derecho sin responsabilidad. Pero es claro, que sin ciudadanía no hay municipio, se requiere que alguien gobierne y que otros acaten y obedezcan las medidas y las políticas públicas. Recordando que, quien obedece, no se equivoca, si se equivoca es el mandatario. Pero la polarización le ha hecho tanto daño a nuestro pueblo, que en San Juan se viene perdiendo el sentido de pertenencia, el reconocimiento y la misma identidad y empoderamiento por lo nuestro, y el ciudadano se queda extasiado en las campañas políticas, olvidándose que el hombre cambia de opinión cuando cambian las circunstancias que lo rodean.
Por eso, el asunto de la ciudadanía debe ser repensado desde la perspectiva de nuestra cultura y el desarrollo, más allá del sentido de lo público y de lo privado. No quedándonos solamente en el discurso, ni en lo didáctico, ni lo pedagógico, sino imprimiéndole acción a las ideas y detrás de las acciones deben ir los corazones, poniéndole alas a los sueños y con mucho sentido humanístico. Los sanjuaneros de hoy, necesitamos realizar un ejercicio de reflexión sobre el diario acontecer, analizar de dónde venimos y para donde vamos, para mejorar las percepciones, actitudes, conocimientos y comportamientos de los habitantes del municipio. Recordemos el modelo Mockusiano que se desarrolló en Bogotá con la llegada de un intelectual al gobierno capitalino. Su trabajo pedagógico-político fue asumido como de vital reflexión para la formación de una nueva ciudadanía en todo el país. Con la ley zanahoria, el decreto de control de la pólvora, la vacuna contra la violencia, las tarjetas ciudadanas y los mismos que reprendían a los infractores de las normas de tránsito, se dieron resultados muy positivos para disminuir la violencia y aumentar las formas de respeto por la vida, la salud, la intimidad y el espacio público hasta transformar la interacción de la ciudadanía y el respeto por lo público.
De acuerdo a este modelo, los sanjuaneros podemos vivir juntos con nuestras diferencias y coincidencias, respetándonos los unos a los otros y reconociendo las obras y los talentos de los demás, recordando que, el progreso social se construye entre todos, y sólo así, podemos llegar a acuerdos y memorandos de entendimientos. Avanzando más allá de la formación, intentando acercar la cultura a la ley y a la moral, como una forma de recuperar confianza. Aunque la presencia de más de 13.800 migrantes venezolanos en nuestro municipio, es un elemento perturbador que despierta un grado de inseguridad que atenta también contra la cultura, el desarrollo y la conciencia ciudadana de un pueblo que fue culto por excelencia, cívico y altruista.
Pero que en este mismo pueblo hoy se cometen atrocidades, desmanes y todo tipo de infracciones que desdibujan la imagen del sanjuanero. Hoy se atenta contra los bienes públicos, el hurto de la dotación de escuelas y colegios, de las luminarias y el cableado público, los computadores para educar y se despoja de sus bienes a los sanjuaneros e inversionistas, desdibujando la cultura ciudadana del pueblo. No se obedece a las autoridades legítimamente constituidas y se tiene una actitud desafiante y retadora frente a los servidores públicos. Se reclama autoridad y gobierno y se pone el mal ejemplo invadiendo el espacio público y privado, los bienes fiscales del estado, construyendo sin autorizaciones ni permisos y negándose a reparar directamente, los daños causados. Por eso, pienso que hay que invertirle importantes esfuerzos y recursos a la construcción de una nueva ciudadanía.