La extensa documentación del Archivo General de Indias –AGI–, deja por fuera lo manifestado por Peter Burke: “Sin imaginación no se puede escribir la historia”. Pero, cuando hay documentos históricos importantes, la imaginación no es relevante. Necesitamos un compromiso investigativo, justo y serio, para establecer un consenso sobre el proceso fundacional, durante la conquista, y daremos luces referentes al asentamiento de Santo Tomás de Villanueva, especialmente el vínculo entre fundaciones y encomiendas que establecieron, los españoles, sobre este territorio.
Antes de la colonización y poblamiento de América, navegantes españoles recorrieron las costas de La Guajira, hasta el Golfo de Morrosquillo. Posicionados en “tierra firme” el poblamiento se hizo por etapas; entre 1520 y 1580, correspondió a los puertos marítimos y fluviales: Santa Marta, Cartagena, Riohacha, Mompox, Tenerife. Poblaciones base para penetrar al interior del territorio. Los conquistadores, acabaron con la inmensa población nativa. Las fundaciones se suspendieron, por decreto real; no eran rentables. En la segunda etapa, desde 1620 hasta 1700, fueron escasos los pueblos que se fundaron, porque la población nativa, prácticamente había sido exterminada. Pero fundaron pequeñas villas y poblaciones, por órdenes directas de la corona española. Al fundador le reconocían el servicio, premiándolo con la encomienda, por capitulaciones.
Al respecto, Allan R. Brewer-Carias, dice: “Las capitulaciones se expedían con reales cédulas, siendo el instrumento jurídico para asegurar la posesión de las tierras por parte de la corona, lo que se lograba con la fundación de pueblos, villas y ciudades. Asimismo, al gobernador de la provincia, se le ordenó que, dado el escaso número de indios con que contaban, las encomiendas “que fueren de corto número”, las agregaran hasta 50 indios tributarios. La investigadora española, María Teresa Molino García, en su libro ‘La Encomienda en el nuevo Reino de Granada, siglo XVIII’, lo escribe: “La permanencia de las encomiendas, y para que los beneficiarios obtuvieran un provecho real y esta no contara con un número determinado de tributarios se hacía necesaria una política de agregación.
Acorde a los escritos de la Historia de La Guajira, hay elementos de juicio importantes, señalando la existencia de Villanueva, desde tiempo inmemoriales, describiéndola como un asentamiento de indios, conocido como “Timiguaraco”, “aldea grande”, en el dialecto original. Existieron, alrededor, aldeas menores; Uruma, Guázara, Zaraita y Eneal, confederadas a la jurisdicción de Eupari. Justamente, la información que da cuenta de su existencia es la dejada por el ataque y saqueo despiadado de Ambrosio Alfinger, en 1530, asesinando a los nativos, donde murió el cacique Eupari. Es importante resaltar, que existe “timiriguaco”, correspondiente a los límites de “tierra adentro” en jurisdicción del departamento de Bolívar; representando la población de origen indígena abandonada en la conquista, pero hoy se conoce como Villanueva de San Juan de Timiriguaco. Partiendo de lo expresado por el doctor Manuel Esteban Lanao, en los “Anales del Magdalena”, El Molino fue fundado en 1562, y después Villanueva, esto no está plenamente establecido porque los documentos, le atribuyen su fundación al licenciado Pedro Beltrán Valdés en 1595, este acontecimiento fue reconocido entre el año 1609 a 1611. Villanueva seguía siendo pueblo de indios, sin categorización en las encomiendas del valle de upar. En la actualidad no se conoce acta oficial, donde conste la solemnidad de su fundación. Sin embargo, Molino García, en su libro, dice: “Unir los pueblos fundados”, que no tengan los tributarios, “en una sola encomienda”. Razón por la cual, unieron a Santo Tomás de Villanueva y San Isidro de la Sierra (Atanquez), señal que fueron fundados.