Con ocasión del mes de septiembre, mes del amor y la fraternidad dejo la siguiente reflexión. El amor verdadero es inherente del Génesis de la vida y del amor de nuestros progenitores. En Colombia el Día del Amor y la Amistad se celebra el tercer sábado del mes de septiembre, es una costumbre de amigos, enamorados, familiares de expresar el amor y el afecto.
No obstante, sin herir susceptibilidades tengo mucho que expresarles madre Mary Luz Contreras Baquero y padre Raúl Enrique Dangond Brugés. Por eso, desconozco que existe la distancia, el imposible o el obstáculo, tu amor de madre es infinito para nosotros tus hijos.
Recuerdo este proverbio “(…) hay una madre y un padre para 100 hijos y cien hijos no son para una madre ni un padre”. Por supuesto, obligación moral de honrarlos, obedecerles y respetarlos en vida al máximo esplendor. Estas palabras son un primer cáliz de gratitud, amor, orgullo, satisfacción y bendición Divina, para nosotros tus 5 hijos quienes gozamos de sus vidas saludables.
Oportuno, después de varias décadas recuerdo aquel día entre timidez, alegría y sacrificios cuando me enviaron adelantar mis estudios universitarios. Hoy es evidente ese nexo entre el sacrificio, la voluntad moral de ustedes ante la formación personal, espiritual y social; concluyo que obedecí y les cumplí con esa obligación moral. Si bien es cierto, como hijo mayor nunca alcanzaría a recompensar esos esfuerzos en tiempo, modo y lugar, que hoy en día comparto entre logros, lo simple y lo mágico orgullosamente entre lágrimas y sonrisas, desaciertos y bendiciones.
Dicho esto, al amanecer de cada día analizo esas situaciones mágicas en ‘resiliencia’, de sueños constantes acompañadas de nobleza y dignidad por parte de ustedes como padres entregados incondicionalmente al amor y los propósitos económicos bajo el amparo de principios, valores y patrones de crianzas, que llevan a cabo, y recogen un conjunto de emociones, pensamientos, conductas y actitudes que ustedes como madre y padre desarrollan en torno a la crianza de nosotros los hijos e hijas.
Agradecido por Dios. La gallardía que han tenido para con nosotros en todo y por todos. Satisfacción y labor cumplida con tesón, honramos la obediencia y, hoy 5 hermanos profesionales, Luz Maylen, microbióloga; Angélica Patricia, ingeniera de alimentos; Javier Jesús, abogado y Eduardo Mario, odontólogo y 8 nietos, Karen Tatiana, Sebastián David, Raúl Andrés, Mariana, Juan Diego, María Ángel, Rafael Elías, Joel y Laura. De igual papá, eres gran parte de estos proyectos, la disciplina con constancia y el apoyo incansable a mi mamá es aplaudible.
Oportuno recordar el cuarto mandamiento de la Ley de Dios: “Honra a tu padre y a tu madre”, amarlos, respetarlos, teniendo cuidado de no causarles dolor y ser agradecidos por todo el amor que nos han dado, pero en vida, después para qué lamentar.
Vivirla y compartir al máximo en paz entre hermanos (as), parientes, amigos, sin que se pierda ese lazo de fraternidad.
De tal modo, ser madre docente es una bendición natural. La disciplina y la consagración al deber ser; es el espejo presente de muchas generaciones que has formado propiciando la dignidad humana, la espiritualidad, la vocación del servicio, el aprendizaje continuo, adornan tu loable labor. Palabras que tienen mucha sabiduría y gratitud, expresadas por muchos menores en tu ejercicio de pedagogía.
Se me forma un nudo en la garganta de tantos sentimientos profundos de alegrías y lágrimas que salen y rodean mis ojos. Hoy son perennes en el pensamiento de quien hace rato dejó de ser adolescente, imágenes de aquellas madrugadas despidiéndome de mis hermanitos para continuar mis estudios profesionales.
Carestía expresar estos sentimientos. Hay veces muchas familias o parejas se nos pasa el tiempo y nos damos cuenta que han transcurrido días, semanas, meses y tal vez años, sin elevar expresiones de amor con un abrazo fraterno o simplemente un te amo. Barreras que quedan guardadas en lo más interior de un ser humano bien sea por timidez, frialdad, orgullo, crianzas por mencionar algunas.
Esta crónica me recuerda dos canciones vallenatas magistrales, ‘Mi biografía’ y ‘Mi última voluntad’, interpretadas por Diomedes Díaz y Fabián Corrales, sabias gramatical y musicalmente en toda la extensión lingüística.
‘Mi biografía’. “(…) Soy hijo de gente pobre honrada y trabajadores y así luchando la vida me levantaron mis padres, Después salí a rodar tierra sin fin dejando sola mi tierra natal. Yo recuerdo que mi madre, cuando yo estaba pequeño, con sus trajecitos viejos, me hacía mis pantaloncitos, cumpliendo con su deber, pasando miles tormentos y así me fue levantando, hasta que fui un hombrecito, que así es la vida y qué vamos, a hacer luchar y ser del buen corazón, que así es la vida y qué vamos, a hacer luchar y ser del buen corazón, no se imaginan hoy los que me ven, lo que luché para ser lo que soy”.
‘Mi última voluntad’. Si yo volviera a nacer, desearía nuevamente mil cosas, pediría el mismo Dios que me guía, los mismos papás y una sola mujer. Si yo volviera a vivir, desearía nuevamente ser pobre y nacer en el mismo pueblito y crecer con los mismos amigos donde un día crecí, donde mi vida buena no tuvo desamores ni desencantos. No conocí la pena, mi vida era armonía, todo era un canto. Si yo volviera a vivir, estoy seguro mujer de que me quedo contigo, aunque tampoco reniego del tiempo perdido”.
Madre, eres mujer, hija, hermana, esposa, madre, eres única, eres todo, hermosa por dentro y por fuera, muchas veces reflejando “(…) La paciencia de Job, la sabiduría de Salomón, el valor de un león, la mansedumbre de San Francisco”.