El sínodo o la búsqueda de la unión de todas las iglesias cristianas

En este mes de octubre, hace doce días dio comienzo el Sínodo, convocado por el Papa Francisco desde hace dos años, o sea desde el año 2019, con el fin de que este acontecimiento eclesial, involucrara a todos los católicos, a través de sus instituciones parroquiales, diocesanas, congregaciones religiosas, secretarías vaticanas y el completo de las instituciones de la Santa Sede.

Luego de este largo tiempo de preparación, las sesiones se distribuyen en fases: fase diocesana octubre 2021 a abril 2022; fase continental septiembre 2022 a marzo 2023; fase universal octubre 2023 y fase de aplicación destinada a alcanzar todas las iglesias locales del mundo. El tema del sínodo fue propuesto por el Papa Francisco: por una iglesia sinodal: comunión, participación y misión.

La palabra sínodo proviene del griego, pasó al latín y luego a todas las lenguas actuales y significa reunión de autoridades. Los encargados de todo el desarrollo del sínodo, han traducido la palabra como “caminar juntos”, que es la raíz más profunda del término griego.

Los sínodos en la iglesia Católica iniciaron su quehacer vivo y jurídico después del siglo tercero, pero, a nivel universal, esta terminología no caló, entonces en la iglesia se desarrolló otra forma que se denominó Concilio, los cuales tienen ya una larga y milenaria historia, que nuestra generación vivió con la última celebración conciliar, 1962 – 1965, que tuvo lugar en el Vaticano, y se conoce como “Concilio Vaticano II”.

No obstante y sin embargo, la reunión sinodal tuvo más trayectoria en las diócesis. Los obispos, según la necesidad de su región, convocan el sínodo diocesano que reúne a todas las fuerzas vivas de la diócesis. Normalmente duran varios meses y hasta años. Los resultados del sínodo, tienen valor pastoral y jurídico, en cuanto anima a todos los diocesanos y, por otra parte, según lo determina el mismo sínodo, obliga a su aplicación. Modernamente, la reaparición del sínodo, se debe a una aplicación de una norma del Concilio Vaticano II y que Su Santidad el Papa San Pablo VI, reactualizó.

La idea es ofrecer a la Iglesia una forma cuasi permanente de revisarse y actualizarse, sin tener que acudir con demasiada frecuencia a los Concilios; pues los sínodos tienden más a ser pastorales que jurídicos, como lo son, en general, los Concilios. En cambio, en la Iglesia Ortodoxa la convocación sinodal es normal y corriente entre ellos. También es pastoral en cuanto anima a los feligreses, pero la parte jurídica la determinan los metropolitanos (los obispos ortodoxos) en sus respectivas jurisdicciones.

Teniendo en cuenta el sínodo que en estos días se realiza en el Vaticano, su institucionalidad se propone el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Siguiendo la senda de la renovación de la Iglesia propuesta por el Concilio Vaticano II, este camino común es, a la vez, un don y una tarea. Un don como gracia efectiva de la acción permanente del Espíritu Santo en la Iglesia, es decir, la continuación viva y real del primer pentecostés, día en el que el Espíritu Santo, enviado por nuestro Señor Jesucristo resucitado y ascendido al cielo, bajó sobre los apóstoles para expresar de una forma viva, real y plástica su misión en el seno de la Iglesia fundada por Jesucristo. Y es una tarea, por cuanto la responsabilidad de la evangelización iniciada por Jesucristo, reside en el Papa, en los Obispos y en todos y en cada uno de los bautizados católicos. Esta tarea se plastifica, justamente en este tipo de eventos católicos llamados Concilios o Sínodos.

La finalidad del presente sínodo no es producir más documentos, sino: inspirar a la gente a soñar con la Iglesia que estamos llamados a ser en el tiempo que nos ha tocado vivir; florecer la esperanza en la gente; estimular la confianza tejiendo relaciones nuevas y más profundas; construir puentes entre nosotros y con otras creencias y culturas para un sano entendimiento y mejorar la convivencia universal; vigorizar nuestras manos para una misión común. El objetivo que quiere el Papa es escuchar como Pueblo de Dios, lo que “el Espíritu Santo dice a la Iglesia”. Esta expresión está tomada del libro bíblico del Apocalipsis, es  expresión de fe en la acción del Espíritu de Dios y es la apertura del hombre creyente a la voluntad de Dios.

Si bien el ecumenismo, o esfuerzo de las iglesias católica, ortodoxa, metodista, anglicana, evangélica, luterana para conocerse, analizarse y buscar, a largo plazo, una posible unión efectiva entre ellas, como Iglesias de Cristo que son, ha sido un deseo milenario, pero de una manera especial la promovió el Papa San Juan XXIII, y quiso que se introdujera en los documentos del Concilio Vaticano II; desde ese momento los Papas sucesores: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, todos han trabajado arduamente en la cercanía ecuménica.

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