Manda un Papa Noel conocedor, que les reparta mejor a los niños su aguinaldo; éste que hay aquí es adulador, siempre va a barrio mejor y a otros los deja olvidados”.
Hemos recordado al iniciar nuestra crónica ‘Bendito diciembre’, una de las obras emblemáticas entre las canciones de Rafa Manjarrez Mendoza, de la cual como se observa preliminarmente hemos transcrito uno de sus apartes, esa canción la dieron a conocer ‘Los Betos’ con Villa y Zabaleta en el LP ‘Fiesta Vallenata Volumen 10’ en el año 1984.
Bajo el rancho ‘Donde Ceci’, nuestra hermana Cecilia Acosta que se encuentra en el cielo colgaba su chinchorro en el cual mecía, tejía y mecía sus penas y sus alegrías, estuve presente el 10 de diciembre reciente pasado en el acto especial de graduación de los y las jóvenes wayuú que cursaron estudios de bachillerato en la institución educativa que ella ayudó a crear para el servicio de la comunidad, allí estuve especialmente invitado para recibir un reconocimiento especial a su memoria por parte de sus directivos administrativos y el cuerpo docente.
Fue una mañana durante la cual el momento sublime que presenciamos, era matizado por la fría brisa del nordeste que propiciaba el juego caprichoso de las togas y birretes de los graduandos de un lado para otro mientras la sonrisa ilusionada de los muchachos imprimía alegría al evento durante el cual era evidente la sensación de vacío por la ausencia del alma y nervio de ese sagrado Territorio Ancestral, la tejedora de sueños, mi hermanita Cecilia que emprendió el sueño eterno con la esperanza de la resurrección.
El olor a guayabas se confundía graciosamente con un olor a manantial que llegaba con el viento, recordándonos que estábamos en navidad, cada estudiantes fue llamado para recibir en ese acto elegantísimo y sentido el diploma que los acredita como nuevos bachilleres de Colombia, y un cuadro con su fotografía grande y esmerada para el recuerdo, cada vez que recibían, el aplauso entusiasta de la concurrencia era inevitable, pero un caso llamó mi atención, fue cuando llamaron para entregar lo suyo a una joven wayuú de 15 años aproximadamente, y cuando nos encontrábamos en ese momento trascendental para los muchachos, un nutrido, largo y casi interminable aplauso se hizo sentir, y muchas personas susurraban sin que yo pudiera enterarme qué situación especial había con relación a la jovencita que teníamos al frente, fue cuando me contaron que logró estudiar, haciendo crispetas para vender en el colegio durante los recreos, así lograba comprar libros útiles y uniformes, y la fresa del postre estremecedor, fue cuando me hicieron saber porque tenía el cabello tan corto, me dijeron “Lo tuvo que vender para comprar la toga y el birrete”, la verdad, que además de ser ella ejemplo para la juventud, estamos ante una disyuntiva, o es una héroe, o una víctima de las injusticias que se cometen en este mundo de gente que se enriquece con la miseria ajena.
Este caso lo refiero para que sirva de lección a aquellos que teniéndolo todo no sirven para nada, a quienes piensan que en este mundo lo más importante es el dinero, a esa gente que humilla a quienes logran destacarse por el propio esfuerzo, nos sirve a todos para entender que con la plata se consigue la biblia pero es imposible tener la fe, se compra una cama que vale millones pero nunca la almohada más cómoda del mundo, que decía mi padre que es la tranquilidad de conciencia, se pueden adquirir todos los libros que uno quiera, pero jamás podrán comprar la inteligencia, con ella se puede engañar a algunos durante un tiempo, pero no a todo el mundo todo el tiempo, se utiliza para humillar a alguien que encuentras cuando vas subiendo, que es a quien tendrás que dar explicaciones cuando vengas bajando, y al final del periplo vital, todo aquí se queda, porque la plata no entra al cielo, con las manos vacías venimos, y con ellas vacías nos vamos, es nuestra la decisión, si nos las llevamos limpias o manchadas de ignominia.
En esta navidad, hay que pensar en nuestros hermanos wayuú, hay que tender la mano a esas niñas, niños y adolescentes, que ven frustrados sus sueños por falta de auxilio, de piedad, de comprensión de sus usos y costumbres y de oportunidades, es el momento de orar para que la magia de la navidad, haga primacía de la realidad las bienaventuranzas que esperan las comunidades que ansiosas claman fin a la indiferencia de sus semejantes, que cada uno de nosotros seamos instrumentos de Dios para ver realizados todos sus anhelos, que no haya ningún niño wayuú que para subsistir, tenga que vender crispetas, miel, pájaros y macos en las carreteras.
La naturaleza es sabia, tengo la íntima convicción, que las brisas que estuvieron ausentes durante muchas navidades y este año regresaron, llevaran consigo todo el dolor del último año con tantas cosas para el olvido, y nos dejara la esperanza de un mundo mejor y más seguro, donde la mente tenga tiempo para oxigenarse recordando el olor de los manantiales cercanos de nuestros pueblos, las travesuras colgados de los bejucos en la quebrada, los sancochos decembrinos al lado de los ríos sin previa invitación a donde todo el que quería iba y además comía, bebía y se referían anécdotas, interrumpidas de vez en cuando por los triquitraquis que se después de encendidos se pegaban y nos quemaban la punta de los dedos, esos botoncitos azules que tenían y siguen teniendo un olor embriagador de recuerdos.
Tengo en el pensamiento la falda de opal y las de popelina de mi vieja, calienticas en las primas noches decembrinas, también a los amiguitos de mi generación que se han ido en la plenitud de su primavera y también aquellos con los que compartíamos juegos, carreras, travesuras, amarrábamos chispitas mariposas al rabo de los perros juntos pero que se han alejado, ¡porque ya nada es igual!