Cada día observamos el aumento de los indisciplinados del Covid-19 y los insurrectos de la pandemia, pero poco sabemos a quiénes han judicializado por propagar de manera irresponsable el virus, haciendo Covidfiestas, parrandas, reuniones sociales y aglomeraciones sin la utilización del tapabocas o un protector buconasal.
Y no es porque no exista la norma, el Código Penal así lo establece en el libro “De los delitos contra la salud pública” y el capítulo “De las afectaciones a la salud pública”, que señala textualmente: “El que propague epidemia, incurrirá en prisión de cuatro (4) a diez (10) años”. Por lo blando que son las autoridades con el cumplimiento de las normas, es que seguramente muchos incumplen las medidas sanitarias.
Al comienzo de la pandemia, el fiscal General de la Nación, Francisco Barbosa, anunció que dispuso de un fiscal especializado que sería el encargado de coordinar las investigaciones relacionadas con el posible incumplimiento y desatención de todas las medidas sanitarias dispuestas por el Gobierno nacional y las autoridades de salud, creemos que fue más un populismo del fiscal, simplemente porque no sabemos a quiénes han disciplinado por incumplir las medidas, además, la Policía disuelve las parrandas y cada quien se va campante para su casa.
Mientras existan normas que no se aplican con rigurosidad, existen en abundancia quienes las incumplan y apenas se publiciten los primeros procesados con base en el Código Penal, los demás cogen miedo. Claro que mientras esto ocurre, el país y en especial La Guajira aumentan los casos positivos y se siguen muriendo personas por causas asociadas al Covid-19
Sabemos que las actividades cotidianas tienen que normalizarse para que la economía de las empresas y los particulares se pueda estabilizar, pero ellas deben hacerse con todo el cuidado del caso para frenar la cadena de contagio. En La Guajira y en muchas regiones del país persisten los insurrectos de la pandemia que desafiando el virus y capoteando la muerte le hacen trampa a las medidas de bioseguridad, aglomerándose en fiestas y zonas de esparcimiento sin ningún tipo de control, todo bajo la premisa que mi familiar, amigo o el que tengo al frente es una persona de confianza que se ve sano.
En nuestro lenguaje se ha incrustado una frase de cajón que dice “el mundo ha cambiado”, mientras que otros son del criterio que nos estamos acostumbrando a convivir con el enemigo llamado Covid-19, pero también es cierto que muchos le han perdido el temor y el mito que habían sembrado en algunos sectores de la sociedad los efectos del coronavirus. Igualmente, la tipología de los ciudadanos de la pandemia está dejando a un lado el mito que generó en su momento la presencia del virus, pasando la etapa de la experiencia de tener el virus, hasta llegar a la realidad de convivir con él.