La falta de orientación por parte de los padres de familia y profesores con relación al direccionamiento que deben recibir sus hijos y estudiantes, en torno a la celebración de los precarnavales y sus carnestolendas, conlleva a que los niños, adolescentes y jóvenes caigan en la sensación de desorientación, incoherencia y la no aceptación del buen comportamiento, en momentos en que los adultos combinan el jolgorio y el derroche de alegría, en el marco de las fiestas de los dioses Momo, Baco y Arlequín.
Mientras los niños, adolescentes y jóvenes observen a los adultos celebrando los precarnavales y los carnavales sin ninguna orientación hacia ellos, es lógico que los menores interpreten el desorden de alegría, en un comportamiento agresivo que le genera el entorno rebelde y retador, propio de la edad. Todo esto los conlleva a la conducta intimidatoria en su celebración, en donde para ellos es normal generar una batalla de bolsitas entre los bandos. La misma en la que más tarde terminan peleando territorios carnavaleros y la falta de vencer al contrario, los induce en la agresividad, utilizando productos químicos y artículos peligrosos que atentan contra la integridad del contrario y de los desprevenidos transeúntes.
De ser esta la tesis que conduce a los niños, adolescentes y jóvenes en convertir los carnavales en un desorden sin control, pasándolo al vandalismo y de allí a los actos delincuenciales, se hace necesario que desde los hogares y las escuelas los padres de familia y profesores tengan la obligación de orientar a quienes tienen la equivocada creencia que la temporada de precarnaval y en el desarrollo de los carnavales es la única fecha que se tienen para expresar su conducta agresiva e intimidatoria.
En el negacionismo de los padres de familia, es decir, resistirse a creer que su hijo es violento durante el desarrollo de los carnavales, o solamente percatarse de lo vandálico que es su hijo cuando este le llega con golpes, herido o judicializado, no deja de ser un problema para la sociedad carnavalera que encuentra en estos jóvenes un peligro para su integridad física.
Nos preguntamos: ¿Hasta dónde el comportamiento de los hijos es un gran reflejo de lo que ocurre en la casa? La respuesta la tiene la Secretaría de Educación del Distrito de Riohacha y el Departamento, quienes deben implementar la cátedra carnaval para que los jóvenes puedan entender la importancia de la fiesta, los disfraces y el valor que tiene para la sociedad la realización de los carnavales.
Si logramos desde la casa, y por ende, desde los colegios, adoctrinar a los jóvenes sobre la importancia de la cultura de los carnavales, tal vez como lo han hecho en Barranquilla, en Cartagena para las fiestas del 11 de noviembre, y el sur del país en los Carnavales de Blancos y Negros, es posible que logremos reducir el desorden desaforado convertido en vandalismo que raya en los hechos delincuenciales por parte de la juventud carnavalera.