Ineptitud con arrogancia

En el “pienso, luego existo”, frase filosófica que siempre acudimos para detenernos en el comportamiento de las personas que tienen vida pública y que son objeto de nuestro análisis, nos encontramos que en varias oficinas del orden municipal y departamental existen unos funcionarios que justifican su ineptitud con la arrogancia extrema que los conducen a caer en el abismo de ignorancia.

No somos los competentes para medir el nivel de inteligencia de los funcionarios que deben estar al servicio de los usuarios de la entidad a la que representan, pero sí podemos calificarlos con la escala de la arrogancia en la que generalmente caen algunas personas con los usuarios que acuden hasta su puesto de trabajo para conseguir una respuesta o servicio que está relacionado con el cargo que desempeña.

Los funcionarios ineptos a quienes nos referimos y con la cual hemos sido víctima de sus incompetencias, dándonos respuestas con expresiones y gesticulaciones arrogantes, al final terminan siendo ignorantes de sus propias funciones, porque en la medida en que le refutamos con conocimiento, aumentan en ellos la degradación de su dudosa honorabilidad, impactando nocivamente al buen nombre de la entidad con la cual labora y representan en ese momento.

Somos conscientes que la combinación de ineptitud con arrogancia, afecta los rasgos de la personalidad del funcionario, responsabilizando nosotros a la oficina de Recursos Humanos, encargada de calificar las habilidades y actitudes de la persona que ingresa y de no haber pasado ese filtro, entonces pudo haber imperado la ‘dedocracia’, responsable de la autoestima que se le eleva a los funcionarios ineptos que se esconden en la arrogancia.

Esas características psicológicas con debilidades competitivas que presentan en este tipo de funcionarios, no son recomendables que estén en posiciones o cargos en donde le corresponde atender público, porque si se trata de un periodista que de alguna forma somos escuchados, existen muchos usuarios que no cuentan con esa herramienta como medio  de defensa para exponer la situación que los aqueja.

Los jefes de esas entidades deben tener el tacto para colocar en las oficinas de atención al público a personas inocuas, poco sociables en sus funciones, de poca respuesta a sus usuarios para no decir que hasta hay algunos que son tal mal educados o educadas, que ni siquiera le responden al usuarios que están atendiendo y si lo hacen, sus expresiones vienen salpicadas de amarguras.

Nos ha correspondido editorializar dicha situación anómala, invitando a los jefes de oficina para que hagan revisión de la calidad de servicio que están brindando aquellas personas que atienden público y para que exista una respuesta correcta al usuario.