En algún momento de los estudios de primaria y bachillerato nos enviaban a leer un libro, casi en su mayoría perteneciente a la literatura mundial y después de pasar por el ingenioso hidalgo ‘Don Quijote de la Mancha’, ‘El túnel’, entre otros, nos apareció ‘Lo que el viento se llevó’, novela escrita por Margaret Mitchell, considerada como uno de los más vendidos de la historia de los gringos y que por su adaptación al cine fue una de las más vista en el mundo.
En los ‘ires y venires’ que tiene nuestra memoria y en la que la mente asocia lo que ocurre en el presente con lo que vivimos o leímos en el pasado, nos condujo a recordar algunos segmentos de la obra de la literatura ‘Lo que el viento se llevó’, acudiendo a lo que alguien escribió que este libro o película nos muestra “…el precio que tenemos que pagar si nos negamos a aceptar la vida que nos es dada”. Y llevándolo a tiempo presente, nos conduce a lo que está pasando en la actualidad con los parques eólicos que se vienen instalando y otros operando en nuestro territorio, en donde a decir verdad, nuestros indígenas, dueños de su territorio, tienen la razón: “Para entrar a mi casa hay que pedir permiso”.
Hay que pedir permiso, significa que por mucha autorización que tengan las empresas que lleguen a instalar los molinos de viento para la generación de la energía eólica, se tiene previamente que socializar con los dueños ancestrales del terreno y su llegada debe ser del conocimiento del gobernador y el alcalde de turno y no llegar al territorio a la fuerza y mostrando poderío como en el sentido figurado del sometimiento, entendiéndose como la imposición de quien llega en contra de quienes están y son dueños del espacio que invade.
La transformación energética de nuestro país lo que busca seguramente es generar nuevas políticas públicas y con ellas, una reforma institucional que le permita al Gobierno nacional fortalecer y modernizar el sector energético de cara a los desafíos que plantea el futuro de las energías alternativas.
En esa transformación que estamos analizando y colocándola en el plano de La Guajira, debe existir un cambio de conciencia a las poblaciones indígenas vecinas a los proyectos eólicos y solares, pero además, las empresas que vengan a invertir en nuestra región tienen que tener la responsabilidad de socializar con los alcaldes y las comunidades para que exista primariamente el compromiso de conocer las bondades de los proyectos, su responsabilidad social y el respeto por las autoridades.
Creemos que con lo ocurrido con la empresa que suspendió operaciones en Alta Guajira se aprendió la lección. Señores, para llegar a explotar un territorio tiene que haber un acuerdo tripartita empresa + gobierno + comunidad, dicho de otra forma, la empresa formaliza con Gobierno y cumple con lo que la norma le señala y socializa previamente con la comunidad la licencia o permiso que les entregó el mismo Gobierno, todo basado en un diálogo genuino.