Detrás de la precaución, el peligro y la zozobra que genera la pandemia de Covid-19, evocamos el gran sentimiento folclórico que causa la ausencia de la realización de las parrandas y los festivales en cada una de nuestras poblaciones que anualmente concentraba a los propios, retornados y visitantes y que por sus reuniones, generaban una serie de sentimientos matizado con bohemia, recuerdos, emociones y muchos de ellos con el acompañamiento del licor. Todo quedó en el pasado así predominen hoy, mañana y siempre en nuestro recuerdos los mejores momentos que vivimos con nuestros familiares y amigos.
Los militantes del matrimonio indisoluble entre el jolgorio y la amistad en donde predominaban las reuniones o el encuentro de personas con narrativa, jocosidad y el placer de escuchar una buena melodía, quedaron en las historias que hay que contar en las cuarentenas de la temporada de Covid-19. Sabemos que no podemos olvidar la corriente folclórica que corre por las venas de cada uno de los costeños, especialmente guajiros y que afloran en cada una de las realizaciones de los festivales que se organizaban entre los departamentos de La Guajira y el Cesar. Sabemos que es imposible echar a la basura el placer que nos extasiaba la participación en cada parranda aunque esos Acompañamos en el luto folclórico a quienes nacieron, crecieron y se acostumbraron a militar en las parrandas y participar de los festivales que año tras años se desarrollaron en el Caribe colombiano, pero por muy sociocultural que quieran enmarcar la evocación, hoy existe una realidad que obligatoriamente esas costumbres se tienen que desnaturalizar así nos agobie la tristeza, el dolor y los recuerdos o también nos corresponda cantar los fragmentos de las canciones, pero cualquiera que sea la situación debemos cumplir el aislamiento preventivo establecido por las autoridades.
Debemos enterrar cualquier sentimiento invocados en las fechas que en otrora nos extasiaron en el jolgorio, aunque en nuestras mentes lleguen la melodía de los fragmentos musicales, entre ellos: “El que nunca ha estado ausente no ha sufrido un guayabo” de Rafael Manjarrez en ‘Ausencia sentimental’ y “Entonces yo invento una parranda, para echar las penas al olvido y así se consuela mi alma, esas penas que andan conmigo” de Emiliano Zuleta en ‘Ilusión parrandera’. Todos esos sentimientos folclóricos quedan en el pasado porque hoy vivimos la realidad de una pandemia que nos amenaza con quitarnos la vida de una manera silenciosa.