Los momentos de agonía que vive el pueblo colombiano con el feroz ataque del Covid-19 llamado por las autoridades como el ‘tercer pico’ de la pandemia, nos pone en una situación de estrés y alteración de nuestro sistema nervioso, sumado a los ingredientes de dolor y pesar que nos genera el fallecimiento de muchas personas que hacen parte de nuestro entorno familiar, amigos y reconocidos personajes de nuestra sociedad.
A estos momentos de agonía en que el Covid-19 literalmente nos coloca entre la vida y la muerte, nos anuncia el Gobierno nacional la ‘estocada final’ llamada ‘Reforma tributaria’, como si se tratara de un golpe certero a la desvalorizada economía de cada una de las personas que ha caído en el pauperismo, producido por el hecho de cuidarse de la muerte que nos amenaza el virus.
En el emparedado entre el sufrimiento, los bajos ingresos entre los ciudadanos del común y la afectación del poder adquisitivo, el gobierno del presidente Iván Duque con su ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, anuncia la radicación en el Congreso de la República de la llamada ‘Ley de Solidaridad Sostenible’, proyecto que pone el jaque las finanzas de quienes paupérrimamente reciben sus ingresos y tienen menguado el flujo de caja de las empresas, así como de los trabajadores formales e informales, producto de los cierres de establecimientos y las restricciones a la movilidad que frena el circulante.
Entendemos que el flujo de caja de la Nación no es el mejor y no deja de ser una preocupación que la pandemia ha puesto en bancarrota las finanzas del Estado, razón que seguramente es la justificación que el gobierno entrega para presentar una ‘Reforma tributaria’ en época de pandemia, pero como dicen en nuestro pueblo “la masa no está pa’ bollo”; dicho de otra forma, no es el momento para presentar una reforma basado en un trillado objetivo que corresponde al bonito discurso previo a su aprobación: “para la generación de empleo y la reducción de la desigualdad”, pero después de ser aprobada por el Congreso y sancionada por el presidente, el discurso bonito inicial se convierte en la carga tributaria a los bienes y servicios, productos básicos de la canasta familiar, impuesto a los salarios y a las pensiones.
Señores, la ‘Reforma tributaria’ y el Covid-19 tienen algo en común: Cuando la reforma sea aprobada y sancionada no tiene reversa ni arrepentimientos de quienes la probaron y el que la sancionó, y cuando el Covid-19 llega nuestros pulmones no tiene reversa y muchos menos son válidos los arrepentimientos de quienes consiguieron la enfermedad producto de sus desórdenes.