Hay personas que el cielo destina a encontrarse, esta vez la conexión fue gracias al mismísimo patas, estoy seguro que Dios no hubiera dado su aprobación. En el 2010 andaba buscando un ingeniero para ventas y me recomendaron a ‘C’, le expliqué en qué consistía el trabajo, el tipo entendió rápido, tenía experiencia, presencia, hablaba bien y empezó de inmediato. Usaba jeans de marca TR, camisas LV, zapatos F, y lo que más me ardía eran sus correas H. Me pareció un poco raro, siempre creí que se trataba de un rico venido a menos. Precisamente en ese momento andaba vendiendo su carro.
Teníamos cosas en común: hijo de profesores, criado en la calle, el humor, el machismo, las heridas de guerra, los problemas con las mujeres, los de plata, regaños y peleas con la esposa, su responsabilidad por la mamá, y el amor, casi compulsivo, por la cerveza fría. Se burlaba de la invitación de su hermano a un sixpack artesanal, cuando nunca se conformaba con menos de una canasta.
A la hora de comer le gustaba el mondongo, el mote, el arroz de cerdo, la carne, las pastas, la sopa de costilla, la pizza, el pescado, el arroz oriental y todo sin chistar; un último dato, pero no menos importante: no le gusta el fútbol, entonces siempre ha estado de mi lado a la hora de sufrir y de celebrar.
Siempre entretiene con historias de la sociedad barranquillera y mil cuentos más de éxitos y fracasos de sus amigos. Conoce expertos en todas las artes, especialidades y subespecialidades, medicina, costura, marroquinería, albañilería, educación, música, baile, fútbol. De todos tiene anécdotas.
Jamás imaginé que años después me confesaría que su esposa andaba diciendo que conocerlo era el peor error de su vida. Bueno su segunda consorte, que era vecina de la primera. A pesar que me lo niega rotundamente (como supongo que lo hace con ellas), creo que el cambio no fue tan limpio y transparente y en algún momento hubo simultaneidad.
Trabajamos juntos un par de años, tenía problemas con la ortografía. Word y Excel eran una ciencia oculta para ‘C’, que compensaba con la capacidad de conectar con todo tipo de personas independiente del estrato, del idioma y de la condición profesional. Siempre he creído que ese es el éxito en ventas y solo se aprende en la calle, cuando las relaciones son indispensables para sobrevivir.
Nunca decía que no a nada, ir, recoger, llevar, traer, contactar, llamar, y a la hora que fuera. El día que murió su papá, lo cremó a primera hora y a las 11 estaba atendiendo un cliente. La expresión “burro de trabajo” le caía perfecto. No sé si amará tanto lo que hace, o al dinero o más noble aún se esforzará así por sus hijos. Cuando lo conocí tenía uno y ya va en cuatro.
Luego de cerrar la empresa, le ayudé con un par de trabajos, en uno le pagaban por visitar ferreterías, pero tuvieron que cambiar el modelo cuando en una sola semana se recorrió más de 50. Y eso que era en bus, nunca le han gustado las motos.
Creo que nunca he contado con alguien tan fiel y leal, su compañía siempre estaba, así como en los momentos más duros, como para acompañar mi eterna soledad.
Los trabajos, los patrones, como las necesidades de mi amigo fueron cambiando y toda su educación como Ingeniero Industrial y los posgrados de calle y universidad, encontraron su mejor aplicación prestando dinero, ‘C’ terminó convirtiéndose en pagadiario, mientras que a mí con más cartones me han sacado de dos empresas que yo mismo creé, él aún sigue ahí.
Presta plata al 20% de interés y tiene 3 rutas por varios pueblos del Atlántico, la Tasa es incluso más alta porque recibe al mes 4 cuotas del 30% equivalentes al 120% del valor prestado. Lo que va recogiendo lo vuelve a prestar, entonces el capital se multiplica por 4 en 5 meses. Creo que todavía le da duro el Excel porque lleva las cuentas en un cuaderno.
Hace unos años cuando imaginaba al que presta dinero, venía a mi mente Aliona Ivanovna la usurera asesinada por Raskólnikov que dio vida a esa joya de la literatura, descrita como un ser sin prejuicios, recordando todo lo bajo que puede llegar a ser una persona sin escrúpulos y de mala vida. Ahora que ‘C’ lo hace, entiendo su importancia, son necesarios y la única alternativa para los que la vida les quita en la noche lo que han ganado el mismo maldito día, sin acceso a un sistema financiero al que solo puedes llegar demostrando que no lo necesitas, aquellos que en su vida nunca han pensado en un CDT, ni lo sueñan, porque no conocen un centavo de más (y para guardarlo menos). Mientras el Estado piensa en créditos flexibles para reemplazarlos, las necesidades de este lado son diarias y cambian todo el tiempo. De la misma manera, la ganancia no queda en sus bolsillos, son parte del último eslabón de la cadena, donde se corre todo el riesgo a cambio de unas monedas, mientras el oro se reparte de ahí para arriba.
Con los años, la relación cambió, o tal vez empecé a ver que la ropa y cinturones que tanto envidiaba eran solo buenas réplicas (triple A que llaman). Que la vez que nos paró la Policía y nos pidió el pase de conducción ‘C’ no lo había dejado en portería –sino que jamás había existido–, caí en cuenta que durante años manejó mis carros y los de la empresa sin licencia, y nunca supe el riesgo que estaba corriendo.
Una vez me ofreció la empleada de su casa para limpiar mi apartamento, cuando llegué era él quien tenía la escoba, la trapeadora y el balde en la mano. Así era: nunca podía decir que no a nada, tenía en su boca siempre el sí a pesar que el dinero, el tiempo y la logística lo limitaran. De verdad, se parecía tanto a mí sagrada madre.
O la vez que le pedí que pagara los servicios públicos de mi casa y aceptó sin dudarlo, el problema llegó con la notificación de corte y las historias que se desprendieron, pues la culpa era del amigo que trabajaba en el banco y era el encargado hacer el trámite directamente en la taquilla sin fila. Todo tan verosímil, tan lógico, pero tan increíble a la vez.
Siempre usaba palabras que dejan incertidumbre como “la cuestión”, “la vueltica”, “la cosita”, “estoy recogiendo”, “el fulano”. Supongo que ese desasosiego fue lo que mereció los mencionados insultos de su esposa. Una vez estuvo dos días preso en la URI (Unidad de Reacción Inmediata) y con el adecuado uso de estas palabras, no fui capaz de entender las razones del encierro.
A pesar de todo y a diferencia de muchos, siempre está acompañado, hablando como le gusta, con todo el que ve, en todas partes lo conocen hace más de 20 años y con su “credimarlboro” en todas las tiendas del barrio está siempre dispuesto a invitarme a una buena cerveza.
Para terminar hoy su excusa para no cumplir sus promesas es el Alzheimer de la mamá, a quien siempre le dejan la puerta abierta y se sale, él es el único que la puede encontrar. Con esta máxima, escapa victorioso de cualquier compromiso. Jamás deja de generar dudas entre la grandeza de su historia y la disculpa.
Sus hijos están creciendo inteligentes, gordos, bonitos… De alguna manera sus promesas son realidades, en el colegio no se paga la pensión con mentiras y en el supermercado tampoco entregan víveres a cambio de cuentos y sueños.
Mi amigo, a pesar de sus misterios, tiene todo su mérito, incluso la usurera del libro sacaba de problemas a su asesino, simplemente ‘C’ decidió no dejarse vencer del sistema y buscar sustento en este difícil negocio. Siempre tiene una sonrisa en la cara, no necesita mucho para ser feliz, lo poco que le da la vida y tener bien a su familia es suficiente. Nunca toma vacaciones y no ha salido del país, no va al palco en carnavales, para él es suficiente ver pasar la gente que va a los desfiles. En mi caso nunca ha dejado de brindarme su mano, así muchas veces sea él quien realmente necesite de mi ayuda.