Haciendo un parangón entre la historicidad de la matanza de los inocentes protagonizada por el Rey Herodes ‘El Grande’, narrada en el evangelio de Mateo y los corruptores de menores que llegan a las puertas de los colegios a envenenar a los inocentes, obligándolos a consumir narcóticos para convertirlos en drogadictos y luego en expendedores, pareciera que estuviéramos en las postrimerías de la hecatombe de una sociedad que cada día que pasa se corrompe más y busca su propia destrucción.
No nos podemos refugiar en que esto es cíclico, o que la historia se repite en manifestaciones modernas, pero si podemos decir que quienes integramos y queremos a una sociedad libre de contaminación y autodestrucción, debemos rechazar a los corruptores de menores y jóvenes, así como el apaciguamiento de las autoridades en torno a un tema que no le están prestando atención y se refiere a los comercializadores de narcóticos que se están tomando las puertas de los colegios y sitios de diversión de los jóvenes para inducirlos en la adición del consumo de galletas y dulces, hechos a base de narcóticos.
Teníamos la equivocada creencia que lo último a lo que acudirían los comercializadores de drogas era al candor de la ingenuidad de un niño en edad de crecimiento o de un joven, ya que la drogadicción era un tema de adultos o de quienes habían pasado la barrera de los 18 años, pero no. Los delincuentes quieren llevar a nuestros niños y jóvenes a la euforia forzada con alteraciones perceptivas, colocando a nuestros menores en los potenciales consumidores de sustancias citotóxicas que envenenan a nuestra sociedad.
Nuestros niños y jóvenes están en alto riesgo ante el inminente peligro que existe en las puertas de los colegios y sitios de distracción, sin distingo de clase social, antes por el contrario, entre más ‘clasudo’ sea la víctima, el riesgo es mayoritario por la facilidad de un menor en llevar cualquier clase de dinero que los padres entregan ante la falta de afecto o amparado en la crianza moderna disipada del manual de Carreño, la misma que le enseñaban en los colegios y ponían en práctica en la casa con lecciones y consejos de cómo deberían comportarse las personas en lugares públicos y privados tales como el hogar, la familia, la escuela y el trabajo.
Señores, hay droga en cada esquina de las ciudades, en la puerta de los colegios y lugares en donde un padre de familia no se alcanza a imaginar. Mientras los padres de familias nos entretenemos en circunstancias ajenas al criado de nuestros hijos, la tecnología nos sumerge en la adicción del modernismo, los delincuentes buscan el asecho de nuestros hijos, nietos y familiares menores de edad y jóvenes para convertirlos a toda costa en grandes consumidores de alucinógenos.