David Rodríguez Epieyú, autoridad tradicional y ancestral de las comunidades de Irraipia y Kurasiamana, en la Alta Guajira, sigue alertando sobre la falta de agua y comida en ese extenso territorio.
Desde su ranchería está clamando al Gobierno nacional, al departamental y al municipio de Uribia, ayuda para proteger a las familias indígenas especialmente de la pandemia del Covid-19.
“Los wayuú tenemos derecho a la vida”, dice David en su lengua ancestral, por eso su llamado urgente a las autoridades para que tracen un plan de contingencia para la pronta atención de todas esas familias que hoy se encuentran en estado de indefensión.
El fuerte verano sigue golpeando a las comunidades indígenas, los jagüeyes están secos porque no está lloviendo y muchos pozos profundos están fuera de servicio por falta de mantenimiento. “Estamos con sed y hambre”, es el clamor generalizado de las miles de familias que habitan ese extenso territorio de la zona norte de Colombia.
Para la autoridad tradicional, David Rodríguez Epieyú, la situación es calamitosa porque ahora se suma la pandemia del coronavirus, que de alguna manera los afecta porque deben someterse al aislamiento social obligatorio, decretado por la Presidencia de la República y para lo cual tampoco están preparados.
“Nosotros somos colombianos, la etnia wayuú no se puede dejar acabar así”, expresó en medio de su angustia por el abandono que persiste de las entidades del Estado para protegerlos.
A su mente llega la época en que le tocó también lidiar con el cólera y observar como muchos de sus paisanos murieron por falta de una atención oportuna.
“Estar todos dispersos, sin vías de acceso, sin agua, nos coloca en alta situación de vulnerabilidad”, agregó.
Reportes de medios de comunicación recuerdan, por ejemplo, que las comunidades wayuú fueron las más afectadas por el cólera en los años 1996 y 1997, cientos de ellos murieron por la falta de agua y atención de manera oportuna. Los hospitales no contaban con los equipos e insumos necesarios para atender la emergencia, ni tampoco con el suficiente personal médico.
Para el mes de julio de 1996, las autoridades de salud reportaron 874 casos de cólera en todo el Departamento, de los cuales 220 correspondían al municipio de Manaure y 50 personas murieron en ese lapso de tiempo.
La situación fue tan delicada que en la Alta Guajira las actividades académicas fueron suspendidas porque los estudiantes pasaron a integrar las brigadas que recorrían las comunidades indígenas en busca de afectados por el cólera para poder llevarlos a los hospitales o centros de salud más cercanos.