Ya iniciamos la romería y de quienes la siguen. Pero nunca es tarde para levantar la cabeza y detenerse un minuto, ponerse a pensar en los que vienen atrás y dejar de ser mezquinos en negarnos a ver más de lo que cualquier ciego pudiera ver.
Aquel gran pasaje bíblico nos enseñaba que Moisés manifestó conocer una tierra prometida, libre de toda podredumbre y quienes lo siguieran, encontrarían la paz prometida y nunca padecerían de necesidad alguna. Sin embargo, éste no estuvo ajeno de quienes se cansaron de seguir caminando y de aburrirse de comer maná y decidieron, ellos, hacer su propio becerro de oro y “danzar” alrededor de él, aunque nunca le prometió nada, pero, al fin y al cabo, era lo más tangible que la palabra empeñada y de comer lo mismo todos los días, por no creer en aquel que les prometió un mundo mejor para ese pueblo.
Hoy vemos como muchos ya hacen su propio becerro y adoran en sus hombros a quienes consideran que será su salvador. Cuando se cansan de “adorar” a este porque sienten que lo prometido no fue cumplido, ni fue saciado, entonces construyen otro becerro de oro y danzamos alrededor de éste. Quitamos y “fundimos” otro y sigue la historia cíclica.
Hoy hemos creado tantos “becerros cíclicos” que nos importa mucho o poco si éste está disfrazado o en cuerpo ajeno, o quienes lo “apadrinan” han estado o están en el escarnio público, lo que importa es tomarse la foto y hacerse acompañar con quien otrora, erradicó y cegó por completo la pobreza, no de quienes lo seguían y gloriaban, sino su propia pobreza. No hemos podido, o mejor, no hemos querido desprendernos de ese “faraón o faraones” que persiguen a un pueblo ignorante que le sirva como esclavos sufragantes para saciar su regreso al poder.
Se nos ha cegado la memoria, los recuerdos, lo padecimientos, los pesares y más aún, las necesidades colectivas, porque prima hoy, solo lo personal. Ya no creemos en quienes, desde otra orilla, nos invitan en no creer en más “becerros de oro” en no idealizar los intereses de un candidato que le importa un bledo lo que pide un pueblo sediento de servicios básicos, salud digna, educación de calidad y de desarrollo territorial, que hoy nos tiene sumidos en los más bajos índices de la estadística nacional y de seguir en esta tónica la corrupción en la administración pública. La península seguirá siendo portada en todo medio de comunicación existente si seguimos creando falsos becerros.