Reciente columna publicada en este mismo medio me aupó a insistir en argumentos anteriormente esbozados, hablamos de incompatibilidad, por lo menos en La Guajira, de la minería fósil con la agricultura. Alegar astronómicas sumas ingresadas a las arcas territoriales aportadas a manera de regalías, partidas presupuestales y divisas generadas por exportación para justificar la persistencia del modelo extractivista obviando externalidades negativas de la mega minería de carbón que superan con creces los impactos económicos, sociales, presupuestales y demás, es incurrir en una tesis revaluada y una apología trasnochada del extractivismo fósil.
La transición hacia energías renovables no es un capricho de algunos ni corresponde a una teoría idealista o romántica de defensa de la naturaleza; surge de catastróficas consecuencias depredadoras que los tres principales combustibles fósiles (Petróleo, carbón y gas) están ocasionando. El más devastador de los tres es el carbón. La disminución de la demanda mundial por el carbón no es un asunto coyuntural. Las discrepancias de opinión no se reducen a cuestionamientos de cronistas locales ante multinacionales del carbón asentadas en el departamento por efecto de la extracción del mineral. El debate es global.
Los corolarios en el ámbito estrictamente económico en el país y las regiones extractoras -que no productoras-, tampoco son halagüeños, es innegable el efecto nocivo de la ‘Enfermedad Holandesa’ como resultado de bonanzas de exportación de carbón y petróleo. Por otro lado, la minería allende de desestructurar economías nacionales y departamentales; por su carácter de enclave carece de capacidad para generar encadenamientos dinamizadores de economías locales, y es relativamente poco intensiva en generación de empleo.
En aras de la discusión podríamos aceptar lo ocurrido en Australia y Canadá citando dos países europeos, y Chile para ubicarnos en el contexto suramericano; que la minería pudiera hacerse responsablemente forjando avances significativos en tecnología de explotación y en procesos amigables con el medio ambiente, como rehúso de aguas para disminuir el consumo de agua por tonelada de mineral procesado, procesos en circuitos cerrados con uso seguro de productos químicos, planes de cierre para asegurar estabilidad geotécnica y evitar aguas ácidas.
Concebir que Cerrejón adecuará en las postrimerías de su explotación minera lo no realizado en 40 años precedentes sería pecar de ingenuos. Los daños ambientales, a la naturaleza, a la fauna, a la salud humana, a viviendas de áreas aledañas son indiscutibles. Sumémosle emisión de materiales particulado y contaminantes a la atmósfera. Los pasivos socio ambientales de la extracción, transporte y descargue de una tonelada de carbón equivalen al triple del precio de esa tonelada en el mercado internacional. A los impactos ambientales señalados añadimos: pérdida de territorio, servicio de ecosistemas, desplazamiento de comunidades, pérdida de patrimonio cultural.
Coexistencia y armonía de la minería de carbón y la agricultura en La Guajira implica una paradoja: la primera ha sido factor de contaminación química de aguas, ha incrementado la turbidez, aportado sólidos y disueltos, ha alterado el curso del cauce del río Ranchería y por último ha variado los niveles freáticos.