Los momentos aciagos que ha estado viviendo La Guajira en los últimos años, donde la percepción que se tiene de este pedazo de patria no es la mejor, ni a nivel nacional y mucho menos a nivel departamental, donde los odios y las ofensas son el pan de cada día, todo por la disputa del poder, donde en la mayoría de los casos la opinión pública permanece impávida por tantos desafueros de reconocidos dirigentes salidos de casillas en un afán desmesurado de desmentir verdades; pareciera que esos dirigentes invitaran a la polarización que se está dando en la campaña presidencial y ese universo lo trasladáramos a la península y de ahí las descalificaciones que se dan de un lado y del otro.
La prensa nacional no ha escatimado esfuerzos para enrostrarnos nuestras verdades y mostrarnos nuestras debilidades, especialmente la Revista Semana, donde más de un dirigente ha salido mal librado y encima de eso cuestionado. La Guajira es una dama que seis enamorados se la pelean pero unos más que otros de manera altanera, no con flores y regalos, sino con odios, diatribas, mentiras, injurias y calumnias y pareciera que ella la dama en disputa debería aceptar a uno de los enamorados a la fuerza y no por convicciones fehacientes donde ella –La Guajira– se sienta a sus anchas con uno de los enamorados.
Ante todos estos acontecimientos queda la pregunta ¿Cuál es el camino que debe tomar la dama pretendida? ¿A qué pretendiente debe escoger? ¿A quién la enamora con flores? O ¿A quién la enamora a la fuerza? Ese es el dilema en que se encuentra la dama guajira como haciendo apología a esa canción inmortal del compositor sanjuanero Hernando Marín Lacouture.
Ya La Guajira no volverá a ser la de antes. Bien se ha dicho, que hay años en que solo transcurren días de historia, como hay días cargados de años de historia, que es lo que nos está ocurriendo en estos momentos. Por ello el panorama de La Guajira semeja un juego de luces y sombras, de marcados contrastes, que la hacen tan singular.
No le hagamos legión al pesimismo, no nos imbuyamos en el síndrome del pero y de la tristeza, tengamos una solución imaginativa para cada problema y no un necio problema para cada solución.
Prosigamos irreductibles el camino emprendido, no desmayemos, así nos toque, como el drama de Sísifo, comenzar, una y otra vez la misma empresa, no nos desalentemos, así sea que mientras unos tejamos de día otros destejen de noche; Dios premia la paciencia del alfarero. Solo así resistiremos, como el cardón guajiro a la aridez y el sol canicular, el embate de los procelosos tiempos de la hora presente. ¿El camino de La Guajira cuál debería ser?
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