Para ser corroncho no hay que ser rico, ni pobre, ni blanco, ni negro; es una dinámica fundamentada en la educación, asociada a la inseguridad, baja autoestima y falta de cultura.
A lo que en el Caribe llamamos corroncho, en Antioquia le dicen mañé y en Bogotá, lobo, y el término, fue caracterizado por la señorita Jenny Ambuila, protagonista de un monumental escándalo de corrupción que ha circulado en los medios, hija de un funcionario de la Dian, quien posaba en redes sociales como exitosa “influencer”, exhibiendo toda clase de marcas y lujos para ser reconocida, una muestra de lo podrida que está la sociedad, permeada por el exhibicionismo y riqueza fácil, priorizando en una ostentación enfermiza a través de las marcas, como abiertamente hacia la señorita Ambuila, creyendo ser una vedette por andar en un Lamborghini, a sabiendas de que todo provenía de dineros ilícitos. Pero no es solo ella, es una práctica recurrente, heredada de épocas mafiosas del narcotráfico, que ha mutado a la corrupción estatal en cabeza de contratistas y funcionarios, también en abogados famosos que piensan que son más o mejores por mostrar una foto en un yate en Miami, exhibiendo un Rolex o tomando un licor Blue Label, como piezas de una colectividad que les exige estos comportamientos, establecidos en sus estatutos de aceptación; en serio, lo único que demuestran es una pobreza mental que da lástima, al autopromoverse como exitosos, sin entender que para ser no hay que tener y menos en esta vida en la que todo es efímero.
No se trata de un ataque a las grandes marcas, cada quien crea un producto, lo posiciona, le pone un precio y por muy exorbitante que sea, si se lo pagan es válido, esto hace parte de la dinámica del mercado y de lo que piense cada persona, si alguien se siente bien comprándole al perro un collar Louis Vuitton de 300 dólares o un bolso Michael Kors de 3.000 dólares para cada fiesta, es respetable, aunque yo no lo haría.
El llamado es a reconstruir los valores en la familia, el caso de los Ambuila es patético y refleja la descomposición, liderados por un padre que poco le importó que su hija y esposa hicieran parte de su escalada criminal, con tal de ser aceptados y reconocidos, pero la sociedad los juzga con más rigor por su raza, siendo del Pacifico se refieren a ellos con calificativos segregacionistas.
Nuestra sociedad camina hacia un abismo de arribismo y superficialidad que termina impactando a las personas, máxime en la juventud que al verse en problemas, tienen baja tolerancia a la frustración y quedan inmersos en un laberinto sin salida. Quiero cerrar con esta frase: Las cosas más importantes de la vida son gratis, así que deja tantos prejuicios negativos y disfrútala porque se acaba en un momento.