Ha sido la hegemonía lo que ha estado en juego desde que los europeos llegaron a estas tierras. Se han impuesto los intereses foráneos, arrasando el espacio, suposición geoestratégica y las riquezas naturales.
Es una constante que nuestros recursos humanos sean ignorados. Lo que hoy se manifiesta como una gran desigualdad social no es más que la consecuencia de las bonanzas perlera, cafetera, marimbera, carbonera, gasífera y estamos repitiendo la historia con Jepirachi y todo lo que viene con las deseadas energías alternativas.
No ha habido contención a estas arremetidas imperiales, de alguna forma se la han ingeniado para desplazar a los actores locales del control y disposición de los recursos. Esto se ha manifestado de diferentes formas; desde el saqueo puro y simple por la fuerza militar en la época perlífera o el intercambio desigual, con la industria del carbón cuando Colombia aportó su yacimiento y la mitad de la inversión inicial y hoy La Guajira solo es dueña de los impactos negativos de la producción, transporte y embarque.
La Guajira solo ha sido un gran productor de materias primas, la exclusividad de los productos elaborados con valor agregado solo lo tienen los países del norte, estos coaccionan a países y regiones como la nuestra a segur ese libreto. Lo más patético es lo que ocurre con los recursos energéticos: gas para toda Colombia, carbón para el mundo, energía eólica interconectada a la red nacional, mientras que la zona de influencia de estos patrimonios está en la oscuridad y lo poco que cocina lo hace con leña.
Por otro lado las materias primas se agotan, emplean poca gente en su extracción y sus precios tiende a decaer, mientras que la elaboración de productos da más empleo se importe más estables. Eso explica nuestros indicadores de pobreza multidimensional, desempleo e informalidad. La situación se agrava por los enclaves económicos que representa tanto la industria carbonera y gasífera como la EPM con el parque eólico Jepirachi, donde ningún profesionalde la región labora y lo que produce no se disfruta en La Guajira.
Los países del sur le dan a las compañías multinacionales además de la ventaja de pagar salarios e impuestos más bajos, la posibilidad de no reinvertir sus ganancias en su territorio. A guisa de ejemplo lo que ha ocurrido en 35 años de explotación carbonífera en La Guajira; el chorro de dólares que sale diariamente con los trenes de exportación nunca regresa, esos caudales financieros entran a la banca internacional. Es tal la complicidad de las elites que gobiernan a Colombia que bajan continuamente los impuestos y el actual Plan Nacional de Desarrollo del presidente Duque les bajó las regalías del 10% al 5%.
Otra perla del pillaje económico contra nuestra sufrida y amada guajira lo representa el endeudamiento excesivo de estos entes territoriales. Nos pesa aún el empréstito del Banco Mundial para el desafortunado Plan Departamental de Agua. El gobierno del expresidente Uribe, liderado por el vicepresidente Francisco Santos nos metió en esa vaca loca, mientras que a Antioquia la nación le transfirió una cantidad similar a los US$ 90 millones para el mismo propósito. Para mayor ironía, eran recursos provenientes del Fondo Nacional de Regalías, siendo La Guajira su mayor aportante.
Así pues, esa dramática rapacidad ha sido sostenida por un imperialismo político e ideológico contra nuestra tierra y ha estado validada en complicidad por nuestra mediocre clase política, socios del saqueo solo para sostener el poder. Lo ideológico lo sustentan a nombre de traer el desarrollo y la modernidad a estas tierras salvajes. Hoy nos tienen alucinados con ‘La Guajira Azul’ como la redención del agua para las sedientas y moribundas comunidades, pero nos hablan nuevamente de empréstitos como fuente de financiación. Vuelve el perro y jala el cuero.