La carta jamás fue respondida. Pero cumplió su papel de bandera para la movilización social y la resistencia desde el territorio a los despropósitos que animaban el negocio cerrado entre los empresarios y el Estado.
Ahora, consecuente con la tendencia de los Gobiernos de Uribe-Santos-Duque, se cierne una nueva amenaza para el departamento de La Guajira cuando se ha conocido el manifiesto de la Agencia Nacional de Hidrocarburos difundido a finales del año 2018 sobre la inclusión de los valles del Cesar y Ranchería en pruebas exploratorias y pilotos de Fracking en el país. La prensa destaca información sobre nueve contratos con empresas nacionales e internacionales, entre ellas Ecopetrol, Conoco-Philips, Exxon-Movil y Drummond, entre otras; compañías que estarían concentrando sus inversiones en la Cuenca del Valle Medio del Magdalena y la Cuenca Cesar Ranchería.
Los parlamentarios que muestran un singular celo por defender su gestión imbuidos en una competencia infantil por quien más consigue audiencia con el presente Gobierno no han emitido una sola petición o proposición que devele sus posturas sobre este delicado anuncio, en momentos en que el cambio climático hace mella en La Guajira, el Magdalena y el Cesar con afectaciones críticas en el nivel de los ríos por disminución de sus cauces y los incendios forestales en las estribaciones de la SNSM y Serranía de Perijá que fustigan los pulmones y despensas de agua de varios departamentos de la Costa.
Recientemente la Contraloría General de la Nación ha advertido que Colombia no está lista para hacer fracking, y asegura además, que hacen falta estudios técnicos, seguridad jurídica y fortaleza institucional. Señala, que implementar en este momento esta técnica puede ser catastrófico e irreversible por los altos impactos sociales y ambientales que generaría.
Del informe del ente de control se desprenden las posibles afectaciones que traería el fracking a las fuentes de agua subterráneas, al igual que la probable disminución del recurso hídrico superficial, los derrames o fugas de fluidos que podrían producirse, los riesgos en el manejo y disposición de las aguas de producción, y los efectos colaterales que esta técnica generaría como, por ejemplo, el aumento de la sismicidad y la contaminación por cuenta del inadecuado manejo en el transporte, almacenamiento y uso de sustancias peligrosas (químicos, lodos, aceites, fluidos) empleados para fracturación hidráulica. El acueducto de Riohacha por ejemplo, que solo logra abastecer al 60 por ciento de su población capta entre 410 y 500 litros por segundo, pero un pozo para el fracking requiere un promedio de 14.500 metros cúbicos.
La profecía que los vallenatos elevaron como himno en defensa de sus pastizales alertando sobre el inminente desierto guajiro que se avecinaba es ahora consigna de toda la región.