“En Colombia hay dos países, el país político y el país nacional, el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”. Así se expresaba el líder del pueblo Jorge Eliécer Gaitán, en una de las múltiples alocuciones que en este caso sucedió el 20 de abril de 1946, en el Teatro Municipal de Bogotá. Concepto que hoy tiene vigencia porque nada ha cambiado.
Al cumplirse el pasado 23 de enero de 2020, los 117 años de su natalicio, su hija Gloria Gaitán al solicitarle autorización para hacer esta nota, fue muy amable en entregarme algunos datos del gran líder de la que Colombia no pudo hacer gala de su inteligencia y de su don de gente para defender al pueblo. Su afán fue convertir al pueblo en protagonista, es decir, hacerlo actor y gestor de los destinos del país, expresando: “Cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos”.
El título del presente artículo obedece a la definición que el líder del pueblo, Gaitán, le daba a Colombia en esos momentos, que a decir verdad a la fecha no ha cambiado. Una reflexión del discurso de ese entonces que toma total relevancia y actualidad con lo que está pasando en Colombia en los actuales momentos.
Analizaba el líder Jorge Eliécer Gaitán, en ese entonces que “en las elecciones presidenciales se enfrentaban fuerzas poderosas de un mismo partido, atacándose entre sí con intrigas, odios, actuaciones y al final cuando nadie lo esperaba estos se unen y los que ayer se atacaban ahora apoyan a los atacados”.
En ese mismo análisis el Dr. Gaitán decía en su discurso que “hay hombres que trabajan, que se esfuerzan, luchan, y ese trabajo y ese esfuerzo y esa lucha apenas les produce para la diaria subsistencia, pero que a la vez hay gente sin calidad política, simples comerciantes, hombres sin ideales, individuos venidos de todas las zonas partidistas, sin esfuerzos sin lucha, sin razón y sin causa, y se enriquecen de la noche a la mañana”. Nada distinto a lo que acontece hoy siete décadas después.
“Se necesitaba saber cómo se va a modificar esta situación desesperante, al cual se le habla de alza de salarios, pero al tiempo le suben los precios a los productos, haciendo imposible la subsistencia de los hogares”. Concluye diciendo el líder Gaitán que “el pueblo meditando en sus problemas económicos, en sus problemas sociales, en la educación de sus hijos, en el enriquecimiento de la agricultura, en la bondad de sus campos, en la defensa del hombre y en la grandeza de Colombia”. Esa era su preocupación, su sentimiento y el sentimiento del pueblo colombiano de ese entonces, ese era el país nacional.
“Pero existe otro grupo que no piensa en esas soluciones, que no pugna por esos motivos anteriores, que tiene como razón vital de su actividad, de su pasión, de sus energías, los votos, esos votos que permiten la firma de fulano o el escamoteo de zutano, la habilidad salvadora de un fraude, la promesa de una embajada, el halago del contrato.
En una sola palabra: ¡el solo y simple juego de la mecánica política que todo lo acapara!”, éste es el país político”.
En su discurso decía Gaitán “que cuando en un país llega a extremos tales, de espalda a los intereses del pueblo, se puede afirmar sin vacilaciones, que se ha implantado el régimen oligárquico”. Precisa Gaitán que la oligarquía no es solamente el dominio de la plutocracia ni de la aristocracia. No. La oligarquía es la concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para sus propios intereses, a espaldas del resto de la comunidad”.