El presidente que nos merecemos

Es la máxima distinción que puede ostentar cualquier ciudadano de un país, el haberse desempeñado como la máxima autoridad nacional y el de haber salido por la puerta grande, caso Ángela Merkel, en Alemania. Llegó como ganadora y salió como ganadora. Poco común en Colombia, nuestros presidentes son elegidos con algún tipo de tacha y dejan el poder en medio de ruidosos escándalos. Y lo que es más baladí, a excepción de Belisario Betancourt, todos los ‘ex’ después de dejar el poder quieren seguir gobernando y opinando sandeces.

Quiero mirar al próximo presidente de los colombianos con óptica de economista, pues esta es la ciencia social que estudia cómo las familias, empresas y gobiernos organizan los recursos disponibles que suelen ser escasos, para satisfacer las diferentes necesidades y así tener un mayor bienestar. La Economía es el estudio del modo en que la sociedad decide qué, cómo y para quién producir, es la ciencia de la dosificación y de la racionalización, típica de los países nórdicos y de los tigres asiáticos.

El nuevo presidente deberá convencer a los colombianos con una propuesta menos politiquera y con mayor fundamento y profundidad económica, que apuntale a la reducción de las brechas que se han perpetuado y agigantado entre el conglomerado humano: las de tipo sociales, económicas, públicas, laborales, de poder, educativas, entre otras. Por supuesto explicar al pueblo en forma magistral cómo la va a desarrollar y priorizar esta propuesta de “salvamento e integración nacional”. Que el país de García Márquez deje de ser una patria de limosneros a un emporio de producción porque sí tenemos las fuentes y los recursos.

En un radar, la economía de la desigualdad o desigualdad de ingreso en Colombia es muy marcada frente a países vecinos y a los dos colosos del norte (Canadá y EE.UU.),  lo cual implica que los propietarios del capital se enriquecen cada vez más rápidamente que el resto de la población. Ese es el análisis que proyectan los grandes economistas contemporáneos en países como el nuestro, entre ellos el francés Thomas Piketty.

Que se haga sentir un candidato que le quepa el país en la cabeza, para él no le es difícil este raciocinio y sería presentar una propuesta aterradoramente plausible y convincente, sin alaracas y sin arandiveles, una propuesta productiva, transformadora y progresista con sabor a país, esto está por encima de los demás intereses. Ese es el gobernante que nos merecemos los colombianos.

Un candidato que en su propuesta sepulte la rancia ortodoxia a la colombiana fruto del manejo politiquero del siglo pasado, pero que sigue vivita y coleando. Se debe implementar a gritos un nuevo modelo económico, el existente ha sido un rotundo fracaso que cada día pare más colombianos repobres.

Atrévase señor candidato a soñar con una Colombia mejor, los hermanos chilenos eligieron un joven desconocido, pero con ideas económicas muy aterrizadas.

Para terminar diciendo que existe un compromiso del pueblo colombiano de seleccionar la mejor propuesta de los candidatos presidenciales, el hambre cada día cobra más víctimas infantiles en La Guajira, en el Guaviare, en el Chocó, la corrupción es cada día más crónica, la salud publica suspira un S.O.S., la inseguridad se apoderó de las calles, el costo de vida subió a la estratosfera, la juventud clama por sus derechos y la politiquería nos tiene mamados.

Estamos sobrediagnosticados. Queremos acción-acción. Es el tiempo de elegir al mejor… Colombia se lo merece.