En pleno proceso de ajuste, corrección y mejoramiento de mi tercera investigación cuyo objetivo es realizar un ejercicio comparativo de los impactos que la actividad extractiva del carbón ha generado en los dos departamentos líderes en ese renglón minero: La Guajira y el Cesar, llegó a mis manos un artículo escrito por un colega respetable y admirado, quien tiene la virtud de hacer ejercicios analíticos con énfasis en actividades primarias, particularmente ganaderas y agrícolas. Un experto en la temática.
El artículo aludido es un panegírico dedicado a alabar y encomiar a determinados personajes de pensamiento político e ideología afines e inclusive parientes del autor y por supuesto no podía faltar la glorificación al Gran Jefe de la Tribu. El artículo fue escrito recientemente en el diario regional El Heraldo bajo el título ‘58 años de sed’. Se puede deducir y concluir que todo lo “positivo” realizado hasta ahora en la Represa del Ranchería tiene sello partidario, desde la idea original naciente de un congresista de estirpe conservadora hasta la retoma del asunto por un gobernador también de ideas conservadoras, para más señas hermano del articulista. En el interregno de la idea, el interés y la ejecución trascurren prácticamente 40 años entre 1962 y 2002. Diferentes gobiernos sobre todo liberales desechan la idea, descartan el magno proyecto hasta que un “iluminado” también de linaje conservador: Álvaro Uribe, asume el reto y comienza la ejecución del esperanzador proyecto. Aclaro, Uribe militó en el Partido Liberal, pero circunstancias personales le trasformaron en un hombre de pensamiento cercano al partido Conservador. Se puede afirmar sin temores a errar que está ubicado en el ala más radical y extremista del pensamiento del partido de Laureano Gómez.
Hasta allí el cuento pintaba color de rosa, era un cuento de hadas y como siempre los amigos uribistas haciendo una acostumbrada y desafortunada apología de la obra del genio paisa. Acuden al análisis compartimentado, a una suerte de Complejo Adánico: un periodo previo a la llegada de Uribe al poder, donde todo era penumbras, tinieblas y luego los “8 maravillosos años del periodo del Señor Uribe”. Alicia en el país de las Maravillas, donde el “Gran Colombiano” nos puso a vivir en el primer mundo, en el paraíso terrenal. Para luego caer desafortunadamente en manos del “traidor” Juan Manuel Santos, quien al abjurar y relegar los tres huevitos del inefable “líder”, nos retrotrajo nuevamente a la edad de piedra, al oscurantismo. Desatendió la Represa del Ranchería.
Pero resulta que las cosas no son tan sublimes como emanan de la interpretación mítica, acomodada y falseada de los hechos. Para mayor precisión las diferencias entre Santos y Uribe son de personalidades, de estilos, de talante, de énfasis. En lo esencial son iguales: el modelo económico, el modelo político, el modelo social, son idénticos, e inclusive en buena medida muchos funcionarios del gobierno anterior ocupan importantes posiciones en el gobierno Duque.