El sedentarismo, padre y abuelo de muchos males

Continuando con mis artículos de tipo clínico formativos, me refiero esta vez al sedentarismo considerado cuna dentro de las primeras diez causas de discapacidad y morbimortalidad a nivel mundial en niños, jóvenes y adultos. El interés nació cuando observaba por televisión una serie denominada ‘Kilos mortales’, me alarmó el peso de una mujer de 250 kilos, impresionante como una persona que no estima su salud llega a esta fatal situación por voluntad propia, la adicción a la comida chatarra.

El sedentarismo clínicamente se define como un estilo de vida caracterizado por la inactividad física o falta de ejercicio (se recomienda al menos 30 minutos / tres días por semana), manifestándose con sensación de fatiga continua, dolor generalizado, apatía, trastornos del sueño y síntomas metabólicos muy marcados, Alzheimer, malestares que a su vez desalientan al individuo para realizar actividad física, convirtiéndose en un círculo vicioso.

Puede considerarse el sedentarismo o haraganismo como una pandemia o una plaga de la sociedad contemporánea. Como tal hay que combatirlo. Al igual que la obesidad, ningún país escapa a ello, es resultado de la vida moderna donde la gente pasa mayor tiempo sentada frente a un computador u otro dispositivo, viendo televisión o jugando videojuegos. Los trabajos se han vuelto más inactivos, con largos días sentados en un escritorio, el uso de automóviles, autobuses, trenes, aspiradoras, licuadoras, moledoras, escaleras eléctricas, ascensores, etc.

El sedentarismo va afectando progresivamente al cuerpo humano, porque usted quema menos calorías originando un sobrepeso, se pierde masa muscular y resistencia por la poca utilización de los músculos, los huesos se debilitan con pérdida de su material mineral, alteración del metabolismo al no poder sintetizar las grasas y azucares, el sistema inmunitario se desploma, se adquiere una mala circulación (calambres y sensación de hormigueo), presencia de edema (retención de líquido, tobillos hinchados) y un seguro desequilibrio hormonal, entre otros.

El sedentarismo es catalogado como leve, moderado o severo y considerado como una “conducta nociva” para la salud, trae como consecuencia la obesidad, enfermedades del corazón, presión alta, colesterol alto, accidente cerebrovascular, síndrome metabólico, diabetes tipo 2, ciertos tipos de cáncer, osteoporosis, caídas, depresión, ansiedad y hasta muerte prematura.

Para la Organización Mundial de la Salud –OMS–, 17% de los adultos de hoy son inactivos y un 41% es insuficientemente activo, lo que ocasiona 1,9 millones de muertes prematuras cada año globalmente.

Las sociedades actuales están centradas en la industrialización y tecnológicamente muy avanzadas, buscando aumentar la productividad constantemente y promoviendo la inactividad o falta de movimiento físico, generándole mayor  comodidad al empleado para que pueda realizar sus labores sin necesidad de tener un alto gasto energético, sin embargo la cantidad de energía ingerida por el empleado es mucho mayor que la que le demanda su trabajo actual. No existe un equilibrio energético, lo que acarrea una inmensidad de problemas de salud.

La mejor manera de combatir lo haragán es comenzar lentamente con una vida llena de ejercicios, sumándole minutos y variedad en forma gradual. También puede hacerlo en la casa o el trabajo: Levántese de su silla y camine una vez cada hora, póngase de pie cuando hable por teléfono, mantenga reuniones mientras camina (pedagogía socrática), remplace escaleras por ascensor, tenga en su oficina una bicicleta estática y utilícela.

Y como todo en la vida requiere de un buen aliado, quienes buscan mejorar su calidad de vida deben incluir en la ecuación un ajuste en los hábitos alimenticios. Al final del día todo impacta en la salud. En las clases altas y en los círculos en donde las personas se dedican más a actividades intelectuales, aumenta la probabilidad de que se presente este hábito. Toda actividad física cuenta.

La actividad física puede integrarse en el trabajo, las actividades deportivas y recreativas o los desplazamientos (a pie, en bicicleta o en algún otro medio rodado), así como en las tareas cotidianas y domésticas.

En las directrices recomendadas se alienta a las mujeres a mantener una actividad física regular durante el embarazo y después del parto. También se destacan los valiosos beneficios de la actividad física para la salud de las personas con discapacidad. El fortalecimiento muscular beneficia a todas las personas.

Las personas mayores (a partir de 65 años) deberían incorporar actividades físicas que den prioridad al equilibrio y la coordinación, así como al fortalecimiento muscular, para ayudar a evitar caídas y mejorar la salud. La escasa o nula práctica de actividad física en la adolescencia no solo es peligrosa para la salud, sino que además acarrea una serie de problemas (baja forma física, menor autoestima, pobre imagen corporal, más propensos a las adicciones, etc.

El estudio del sedentarismo y la actividad física es materia de preocupación y ha suscitado numerosas investigaciones en los últimos años. Entre ellas se destaca la de Van der Horst et al. (2007) quienes arribaron a la conclusión de que los varones son más activos físicamente que las mujeres, y que la actividad disminuye conforme avanza la edad, registrando una merma significativa entre los 13 y 18 años.

Los autores sostienen que la reducción de la actividad física con la edad es uno de los mayores descubrimientos y que podría relacionarse con la actividad hormonal de lo sujetos. De todos modos, este retroceso en los niveles de práctica de actividades deportivas se evidencia más al inicio y al final de la adolescencia.

En definitiva, se observa que solo un mínimo porcentaje de adolescentes realiza la cantidad de actividad física requerida por los diferentes organismos e instituciones dedicadas a promover un estilo de vida saludable.

La actividad física lo hace sentir y verse mejor, al mismo tiempo que brinda beneficios para su salud.