No podemos dejar que terminen de extinguirse los servicios de parteras o comadronas, necesarios en las compañías y atenciones tradicionales y costumbristas en los territorios rurales, comunidades negras, indígenas y lugares suburbanos a las madres en los nacimientos de la vida humana.
Fui uno de los muchos de los años 50, más atrás y adelante, de los que nacimos y fuimos atendidos por una partera. En mi caso, en mi pueblo natal Camarones, donde tuvo lugar mi nacimiento, fui recibido por la única persona encargada del oficio, Otilia Ariza, ‘mama Oti’ (q.e.p.d) la partera del pueblo, que recibió miles de camaroneros. En los años anteriores a la década de los 70, las poblaciones, veredas y comunidades disponían de una o dos ‘comadronas’ como también llamaban a las parteras, encargadas de acompañar y ayudar el trabajo de parto. El apoyo de la partera ha sido de mucha utilidad en los nacimientos normales.
Los nacimientos de los pobres ocurrían en los humildes hogares asistidos con partera, los de clase media hacia arriba, nacían en clínicas o pensionados de hospitales, donde no aparecían y valoraban el servicio auxiliar y de apoyo que pueden prestar estas personas.
Las enfermeras no sustituyen a las parteras. Son exclusivas de tiempo indefinido para cada mujer, dedicada de tiempo completo en asistencia con la paciente. Las enfermeras cumplen programas en cada turno de trabajo, a diferencia de las parteras, en lo relativo al nacimiento de un bebé, estimulan con buenas energías a las madres hasta lograr un final feliz. Mientras una partera dura horas o días asistiendo el parto, las enfermeras practican visitas de procedimientos médicos prescritos y de manera excepcional a los pacientes en el asunto de emergencia.
Las mujeres en los momentos de parto requieren atención, orientación, estímulo y confianza para calmar el estrés y aplacar los comportamientos hormonales que varían entre mujeres cuando están próximas a la llegada del bebé y ese servicio lo prestan las parteras, aún cuando sean descartados por médicos y establecimientos clínicos hospitalarios.
Es necesario aún cuando muchos lo nieguen, reivindicar las tradiciones de las parteras para que mermen las cesarías, regresando a los partos normales.
Las cesarías están en el portafolio de los servicios de manejos comerciales en la salud. Si vincularan a los servicios de salud pública y particulares a parteras en clínicas, hospitales y centro de salud, incorporada entre paquetes que se facturan, se restablecieran mayores números de nacimientos normales, generando menor costo quirúrgico.
En servicio de partera no excedería de los $100.000 por día, lo que se pagaría con fondos presupuestados para la asistencia de partos, operadoras de salud o de manera privada por los usuarios.
Exhorto al Gobierno para que reviva el servicio de partera en las operaciones de salud, para la atención exclusiva a mujeres en términos de parto, mediante decreto para fortalecer el apoyo en el parto y la salud emocional para quienes quieran los acompañamientos de parteras, a la vez genera una fuente de trabajo individual o en cooperativas.
Las comunidades negras del Pacífico Palenque mantienen firme con el oficio de pateras comadronas de edad, ancianas y hasta de menores de 40 años. Han constituido sus cooperativas. Aprendieron su oficio de descendencia familiar, los ofrecen con entusiasmo, tocando el abdomen, ubicando la cabeza del bebe, preparando temas o bebidas naturales, sobando los brazos a la cabeza e insinuando a la madre que puje, entre leve y fuerte, tratando de apaciguar los dolores.
A las parteras se les debe preparar como auxiliar de la medicina, tecnificado el servicio de manera coherente con las experiencias y sabiduría de las personas que vienen practicando el oficio para habilitarlos e incorporarlos en los servicios integrados.