Nuestros gobiernos hicieron varias series de firmas de tratados de libre comercio con muchos otros del mundo basados en que una economía libre y globalizada es el futuro.
De hecho, Colombia desde el 2008 hizo un Acuerdo para la Promoción y Protección Recíproca de Inversiones con China.
Pero, cuentan los comerciantes colombianos que cuando van a China a organizar su empresa y producir desde allá se encontraban con la restricción del gobierno de que se debían asociar con un ciudadano chino el cual pasaba a ser dueño de la empresa y por cualquier contingencia que ocurriera, el comerciante colombiano salía con las manos vacías. Ni el capital podía sacar. Hoy, el gobierno permite que el colombiano haga empresa pero las restricciones son enormes que se sigue presentando que mejor se asocie con comerciante chino.
Los chinos se expandieron con sus productos por el mundo. No hay un solo rincón de Colombia que no encontremos sus productos. Asimismo, hay que notar que en diciembre los regalos que damos a los hijos son productos de esta nación y la ropa para los días clásicos de Navidad si no le ponemos cuidado son Made in China.
Los productos chinos entran a Colombia así: pagando impuestos y de contrabando. De todas maneras entrando bien o mal están por todo el país. Por lo anterior, Colombia con la globalización prácticamente no le cierra las puertas a ningún país para que comercialice sus productos.
Basta darse una pasada por las ciudades para ver que medianos y pequeños textileros, sastres, artesanos, carpinteros, entre otros, han cerrado sus negocios; se quebraron debido al precio con que entran estos productos.
Por otra parte, la pelea entre gringos y chinos se ha centrado en que los chinos no respetan reglas impuestas por el derecho internacional privado como normas a seguir para el buen funcionamiento del comercio mundial que cuando un país se propone exportar e importar se debe someter. Además, porque el Gobierno chino en su afán se ha venido pasando por la faja los derechos de autor, propiedad intelectual y la propiedad industrial y por las precarias condiciones de sus nacionales que trabajan para no morir de hambre.
El sueño oriental puede ser exportar a una nación con 1.395.380.000 de habitantes debido a los muchos productos que podríamos enviarles: verduras, frutas, aceite, harina de pescado, minerales y otros; pero caso contrario, China nos tiene inundado el mercado de sus ordinarios productos y nos compran nada. Considero que deberíamos estar con nuestros productos hasta en el último rincón de China. Pero nos damos cuenta que del Acuerdo firmado en 2008 la protección no es recíproca.
En síntesis, aunque hoy no podríamos adoptar prácticas de protección a nuestra economía y desconocer principios básicos de la globalización del comercio en el mundo, en Colombia por aprobación en el PND y por iniciativa del Congreso, desde noviembre del año pasado se entró a cobrar nuevos aranceles a las importaciones de prendas de vestir y sus afines provenientes de China. Se estipuló que aumentaban del 15% al 37.9; pero la norma creó un efecto inverso ya que incentiva el contrabando y que desde China vienen telas y suelas. Nos dimos cuenta que hemos pasado a ser dependientes de los chinos hasta para producir ropa y calzado.
Para concluir, de todas maneras, se presentan dudas e interrogantes sobre la forma como los diferentes gobiernos han venido manejando las relaciones económicas con China. Esta bien manejada podría ser el sueño oriental para nuestra economía. Pero está bueno de lo ancho para ellos. Sabemos que somos dos estados diferentes en infraestructura, capacidad comercial, laboral y desarrollo social, que nos llevan miles de años de ventaja. Además que desde 1990 cuando abrimos fronteras al mundo debimos prepararnos.