El triste final del Hospital Rosario Pumarejo de López

No quiero que llueva sobre lo mojado ni mucho menos echarle más leña al fuego, pero es del buen ciudadano cacarear cuando las cosas andan bien al igual que cuando andan remal, como menciona el viejo dicho: “La riqueza o la pobreza no se pueden ocultar” y tambalea con esta historia la hipótesis que afirma que “Las crisis son oportunidades de crecimiento”, más que todo cuando el quejado tocó fondo, es el caso de otrora orgullo del departamento del Cesar, sur – centro de La Guajira y todo el Magdalena Medio, donde los pacientes eran remitidos para ser atendidos en este importante centro hospitalario, donde su experiencia ofrece los servicios de salud de segundo nivel y algunas actividades de III y IV  nivel, el Hospital Rosario Pumarejo de López –Hrpl–.

Esta IPS pública Hrpl, fue organizada como institución en la década de los años 30 mediante la ley 28 de 1936 durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo; terminando su inicial infraestructura en 1942, y en este mismo año fue ocupado por el Batallón Bomboná hasta 1949, debido al conflicto bélico colombo-venezolano.

A más de ocho décadas después el hospital está emitiendo sus últimos lamentos, una institución moribunda víctima de la rebatiña y caciquismo político, las malas administraciones y con la participación de unos desalmados que ya tienen la lápida lista para el funeral, están listos para la foto.

El infortunio del Rosario Pumarejo se ha venido escalonando durante los últimos cuatrienios, este es el tiempo administrativo que la ley otorga a sus gerentes desde el 10 de diciembre de 1994 cuando adquirió su cédula de ciudadanía elevándose a la categoría de Empresa Social del Estado –ESE–.

Ya para 1999 y 2006, se firman Convenios de Desempeño y de Eficiencia, con el propósito de mejorar su eficacia mediante metas, indicadores y compromisos en materia de rediseño o ajuste institucional, portafolio, producción y calidad de servicios, reducción, racionalización y control del gasto, sostenibilidad financiera, mejoramiento de la gestión y del sistema de referencia y contrarreferencia, garantizando la correcta destinación de los recursos que otorgó la Nación y demás recursos territoriales que concurren en el financiamiento del programa, y en 2004 hizo asunción de su nueva planta física (La Torre de cinco pisos).

Todo lo que se construyó con las manos se ha ido derrumbando con los pies y la ESE atraviesa por su peor momento financiero, administrativo y asistencial, víctima del crecimiento desmesurado del monopolio de la salud en el Cesar y en toda Colombia, donde el pez grande se traga sin contemplación al más chico; donde los indicadores y las cifras hablan por sí solas.

Al hospital no solo le adeudan las EPS más de 50 mil millones de pesos, sino que le robaron sus usuarios para trasladarlos a la red privada, arrinconando de esta manera a la institución para propiciar su pronta liquidación y poder tercerizar los pocos servicios que le quedan.

Las ESE u hospitales, solo tienen de público el nombre, los que hemos ocupado el cargo de gerente de estas lo sabemos, los recursos de su sostenibilidad se consiguen es facturando servicios y en la medida en que más se facture mejoran los ingresos para dicha sostenibilidad, pero si no hay usuarios a quien facturar la cosa se torna no solo gris sino oscura.

El acompañamiento de un gobernador que se amarre los pantalones y obligue o meter en cintura a las EPS para que contraten lo establecido en la UPC con la Red Pública ha sido negativa; no ha habido voluntad.

Y si lo anterior fuese poco, en las evaluaciones anuales que realiza el Ministerio de Salud, el Rosario aparece sin riesgos, cuando a la fecha adeuda a sus trabajadores catorce, doce, diez, ocho, seis meses de trabajo y a proveedores ni hablar, las demandas y embargos hacen fila india.

Súmele a lo anterior la pérdida de 29 mil millones de pesos de las EPS autoquebradas y posteriormente liquidadas en los últimos años, este dinero no lo recupera ni un chepito ni Mandrake el mago.

Se necesita un gran conseso de las partes para evitar el cierre del hospital: La liquidación, intervención, Ley 550 con el objeto de reorganizar las finanzas y evitar los embargos. Esta no es la solución, se necesitan son los usuarios, se debe  rediseñar es el modelo de contratación con las EPS, es la Junta Directiva con el liderazgo de su presidente los que deben ufanar en esta tarea, la cuestión es de pantalones y decisión política; y por supuesto el liderazgo de un gerente capaz para procurar las respectivas alianzas, mercadeo y venta de servicios, acabar  con la corrupción interna, no más nóminas paralelas, una contratación transparente y gerenciar bajo un esquema de rendición de cuenta semestral  de frente al pueblo y si este funcionario no funciona que llegue otro.

Sumadas todas las deudas del hospital, superan la bicoca de los 100 mil milloncitos de pesos, deuda que ha repercutido para la oferta de buenos servicios, desmejoramiento de la academia institucional, incumplimiento de su visión y misión.

La cuestión no es organizar reuniones o mesas de trabajo de tintos o de parrandas vallenatas con los funcionarios del interior del país que son felices viaticando, para que digan lo que debemos hacer, cuando esto está dicho desde hace años porque los males del hospital todos los conocemos, está sobrediagnosticado, pero hay miedo, compromisos tras la puerta, o no se le quiere colocar el cascabel al gato.

Se necesita el funcionamiento de una empresa que genere al menos equilibrio financiero (+1) y rentabilidad social. Y ojo el Idrec no se queda atrás, solo debe 33 meses de salario a su trabajadores más las arandelas.