Los opositores de la era Petro, los de la mitad y los de más abajo, indudablemente han exagerado sus dramáticos y conspirativos comentarios, calumniosos y ofensivos, enfilados a descalificar las actuaciones del mandatario. Claro está, esa fantasiosa inclinación, ligada a la vieja política del miedo y el terror contra el cambio, los ha dejado aislados de la nueva política global.
De hecho, reflexionemos y entendamos que es un gobierno nuevo, con ideas diferentes y está iniciando. Es importante resaltar, que la oposición, si la podemos llamar así, vulgarizada y decadente, está dejando claro que los contenidos, en sus mensajes repetitivos, no constituyen y mucho menos aplican los principios legales del “Estatuto de la oposición”, enmarcados en la Ley 1909 de 2018.
El estatuto dispone los recursos, vías de acción y garantías, a los partidos y opositores, para desempeñarse unidos en oposición al gobierno. La unión hace la fuerza y puede ser así. Sin embargo, el entendimiento es individual, aceptando que la naturaleza humana difiere en cada uno. Los grupos son fácilmente manejables, alejándose rápidamente de las verdades: inmaduros, impulsivos, inestables y vulnerables. Al transformarse en multitud manipulable, como lo afirma Jean F. Revel, “se apasionan a las repeticiones y no a los argumentos, a la sugestión y no al razonamiento”. También lo manifiesta el sociólogo francés, Gustave Le Bon, “quien logre engañarlos, inculcándoles sentimientos de odio, agresividad y miedo, los dominará”. Es fácil entenderlo, los políticos manejan esas masas y siempre tienen éxito.
La razón y la pasión, son extremos elementales en nuestras vidas. Mientras que la razón hace parte de nuestra naturaleza humana, la pasión está más unida a los sentimientos y las emociones. El miedo es un sentimiento, que nada tiene que ver con la valentía, descrito así por el escritor francés, Guy Maupassant, “lo trasmiten los agitadores de masas, potenciándolo socialmente hasta convertirlo en arma peligrosa”. Su actuar es inverso a lo que predican: amor al prójimo, con armas en las manos; hablan de igualdad de los pueblos, manteniéndolos pobres; profesando la fe cristiana, con “Dios está con nosotros”, promoviendo la violencia fratricida. Siguen pregonando el “discursillo” del miedo, desde hace veinte años, siempre repitiendo lo mismo, que: “el socialismo es destrucción”.
Quienes piensan que el socialismo es destrucción, tal vez por imprudencia, ignorancia o presunción, no se han dado cuenta que otros países, como lo tienen en Europa. Aferrados a los últimos jirones de esa política de terror y miedo, están asistiendo al funeral de una política obsoleta y congelada en el tiempo. No evolucionan, repitiendo el mismo discurso. Leí una historia de finales del siglo XVIII, donde los asistentes a los velorios y funerales, para expresar sus condolencias, tenían una costumbre marcada; el primero que lo hacía establecía la pauta para los siguientes; éstos simplemente decían: “digo lo mismo”. Igualmente sucede con los opositores en las redes sociales, cuando el primero se manifiesta, los demás de la fila lo repiten.
El estadounidense Howard Zinn, historiador social, incansable luchador por los derechos civiles y antibelicista, pronunció en uno de sus discursos que “El problema nuestro no es la desobediencia civil, sino la obediencia civil”. Es la que lleva a las personas someterse a los mecanismos políticos que las impulsan a obedecer, pronunciándose en contra del adversario con calumnias y demás improperios descalificadores. Las calumnias, entendidas como tales, no son informaciones, muestran los más bajos instintos de quienes las profesan. Por eso estamos como estamos, no alcanzamos a ver la verdad, porque estamos ciegos ante un conjunto de falsas creencias, en las que jamás debimos creer.
Shakespeare escribió que en este mundo los locos llevan a los ciegos. Es una verdad razón que enmarcamos en el paisaje político colombiano. Nos llevan al descalabro social. Las comunidades tienen principios, los más primitivos de organización social y política. Somos nosotros que debemos llevar este proceso de acercamiento y relaciones interpersonales, participando con intereses comunes para enderezar este país.
Reflexionemos. La reflexión siempre ha acompañado y cuestionado al hombre y su mundo. En una fotografía interestelar de la Tierra desde Neptuno. Vemos en ese universo un punto azul, ese es nuestro planeta. Ahí están nuestras vidas, nuestros problemas, nuestros gobiernos todo nuestro amor y nuestro odio. La invitación es esa: reflexionemos y que se acaben las disensiones, las disputas y el derramamiento de sangre injustificado. Vivamos en Paz.